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Periódico / Editorial

Martes 6 de marzo de 2012

EDITORIAL

El legado (burgués) del chavismo y la clave de su ciclo político



I. El escenario político del 2012 estará cruzado por las elecciones presidenciales. Una vez más asistimos a una confrontación de dos proyectos de orden burgués, por un lado, el que se dice llamar de “revolución bolivariana” y del “socialismo del siglo XXI”, el proyecto de un tibio nacionalismo burgués, y por el otro, un proyecto político de “capitalismo sin restricciones” (contra el “socialismo con empresarios” de Chávez), que no tiene ningún tapujo en afirmarse claramente alineado con el imperialismo yanqui donde sus principales figuras no tienen problemas en realzar a personajes de George Bush o Álvaro Uribe. Aunque en el presente escenario se abren al momento más incógnitas en la ecuación política nacional con la suerte que pueda venir a tener la salud de Chávez nuevamente afectado por el cáncer, cuestión sobre lo que se tendrá más claridad en los próximos días.

II. Las páginas de los diarios y revistas se han llenado de escritos de “sesudos” analistas sobre las interrogantes que encierra la presente contienda electoral, por la particularidad que comprende: la continuidad o no del proyecto del chavismo, o si se avecina un nuevo ciclo de gobierno que abra paso al proyecto de la fuerzas que se han venido oponiendo por derecha a Chávez. Luego de una fuerza relativa durante toda una etapa política, el declive del chavismo ha sido el aspecto clave en el último período, más allá de las recuperaciones ocasionales luego de que a finales del 2007 –tras la derrota del referéndum sobre la reforma constitucional- se definiera su punto de inflexión. Por su parte, la coalición de organizaciones políticas que se oponen por derecha han venido recuperándose luego de la derrota del golpe del 2002 y de su paro saboteo del 2002-2003, como la consecutiva de reveses políticas en las contiendas electorales, aunque hay que destacar que este bloque nunca bajó de su piso de un 40% del electorado, que en determinados momentos una buena parte del mismo lo ha sabido poner en las calles. Donde las perspectivas no han sido fructíferas es el surgimiento de un polo independiente que impulse una perspectiva de clase contra estas dos grandes fuerzas políticas en curso, que de una u otra manera, mantienen el sistema de explotación capitalista, no porque los trabajadores no hayan dado peleas por sus demandas, sino que, aquellos sectores que de alguna manera se reivindican defensores de los sectores de los explotados [1] terminaron adaptándose a la lógica campista, es decir, capitulándole, cada cual a su manera, a un lado o hacia el otro de los campos políticos mayoritarios (al chavismo unos, y a la oposición de la derecha –vía la burocracia sindical- otros) sin plantear un “campo” propio de los trabajadores.

III. En el mes de febrero se han venido conmemorando desde el gobierno varios hechos políticos, desde el Caracazo de 1989 hasta el golpe del 4 de febrero dirigido por Chávez. Hechos que expresaran la profunda crisis política de un régimen de dominio, el puntofijismo, y con él, el desprestigio y crisis del conjunto de las instituciones del Estado, desde los partidos dominantes, el mecanismo del sufragio universal, las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional y demás instituciones represivas, y demás poderes del entramado del Estado burgués como la Justicia y el Parlamento. Como vemos, con la crisis del puntofijismo no solo estaban en crisis los partidos tradicionales y la forma de gobernar y de dominio político que imponía el viejo régimen, sino el conjunto de las instituciones del Estado que, tanto como fuerza de coerción o como garantizadoras del funcionamiento del capital.

IV. Desde el punto de vista de las masas, ya lo hemos escrito, el chavismo se caracterizó más claramente como un gobierno de desvío y de contención de la rabia del movimiento de masas, en uno de sus períodos de ascenso de luchas y de cuestionamiento al orden imperante. Lo hemos escuchado del propio Chávez cuando se dirige a las fuerzas que se oponen por derecha a su gobierno, planteando que si no hubiese sido por él y su gobierno el país ya habría entrado hace tiempo en una guerra civil. Chávez es consciente de su papel jugado a lo largo de todos estos años, sobre todo de contenedor de esas fuerzas que tomaban cuerpo y que se expresara en la gran rebelión del Caracazo, esa rebelión de fuerzas elementales, parafraseando a Lenin, que cuestionaba no solo el viejo sistema de partidos, sino todo el andamiaje del sistema burgués, con el gran desprestigio de todas las instituciones del Estado burgués, sobre todo las represivas.

V. Si el rol de contención ha sido uno de los papeles jugados por el chavismo frente a las masas, es clave destacar que su particular función fundamental ha sido la de recomponer las instituciones del orden burgués en crisis junto con la debacle del puntofijismo, es decir restaurar la autoridad del Estado. Para ello tuvo como meta central sacar de la crisis a las Fuerzas Armadas, incluyendo su cuarto componente, la Guardia Nacional, y bajo el mito de “la unión cívico-militar” buscar “prestigiar” a estas fuerzas represivas, altamente odiadas por el movimiento de masas por cumplir su papel fundamental de garantizador del Estado de dominio de una clase explotadora contra los explotados y oprimidos. Hoy en día vemos hasta cómo una juventud, centralmente ligada al chavismo y que se reivindica de izquierda, sale a defender estas instituciones represivas del Estado, incluso al grado de “defender” al conjunto de las policías represoras del país. Algo impensable en cualquier otro país capitalista. Incluso, ven con naturalidad las amenazas del propio Chávez sobre la injerencia de los servicios de inteligencia en los conflictos obreros o de enviar las fuerzas de represión si los trabajadores se iban a la huelga, tal como lo hizo desde Ciudad Piar. Y esto para solo mencionar algunos casos puntuales. El entramado del conjunto de leyes represivas del Estado, como hemos explicado en otros periódicos, o más recientemente con la “ley antiterrorista”, serán leyes que perdurarán en un eventual nuevo gobierno de la MUD, para ser usadas contra el pueblo.

VI. Otro aspecto clave en la recuperación de esta recomposición es la idea de que el Estado debe jugar el rol de “redistribuir”, entre ricos y pobres. Las grandes demandas que planteó el Caracazo en la escena política nacional, intentaron ser canalizadas con una política por arriba, de “resolver” tales demandas, pasivisando al movimiento de masas, para usar un término gramsciano, aprovechándose de la gran autoridad de Chávez frente al movimiento de masas. Es claro que no sólo bastó esta “autoridad”, sino que actuó en su favor también, el gran boom del ingreso petrolero que le permitió usar a discreción los grandes recursos para sus objetivos políticos. De esta forma, la situación económica, ayudó a crear también las condiciones para la política de recomposición de la autoridad estatal llevada adelante por del chavismo. A esto se sumó un relato del chavismo, como explicamos en el folleto anexo en este periódico sobre el 4F, de apropiarse de las grandes luchas del pasado del movimiento de masas y organizaciones de izquierda, desde las luchas de los trabajadores hasta de las organizaciones guerrilleras, contra el neolibaralismo, contra los partidos del régimen puntofijista, y hasta de la lucha contra las viejas organizaciones sindicales. En otras palabras, apropiándose de un pasado heroico de los grandes luchadores y sus peleas presentándose como una continuidad “revolucionaria” de esos combates dados.

VII. Lo que sí el chavismo no ha conseguido resolver es el cauce a una solución a la crisis del sistema de partidos, que de lograrlo le permitiría avanzar en la resolución de la histórica crisis orgánica que vive el país. Aunque han tenido una búsqueda permanente en este sentido, sin lograrlo por las grandes contradicciones, con la estrecha colaboración de sectores como el Centro Carter y las burguesías regionales, sobre todo la brasileña, que vía el gobierno de Lula, actuó en este sentido. Aunque estas dos grandes fracciones políticas (chavismo y oposición) han avanzado en reconocerse, y toman nota mutuamente de sus fuerzas. Como escribe un analista del propio chavismo –si de reconocer fuerzas hablamos- , quien da cuenta del peso de esta derecha: todo "el corredor electoral más importante en el país, debido a su alta densidad poblacional, está en manos de la oposición: Zulia, Lara, Carabobo, Miranda, Distrito Capital (a excepción del municipio Libertador); ello sin adicionar Táchira, Amazonas, Nueva Esparta y, como si fuera poco, con la posibilidad de perder electoralmente Sucre y otras dos entidades más" [2]. Por otro lado, Rodrigo Cabezas, afirma que: “La de hoy no es la misma oposición golpista de 2002. Aquélla tenía como centro de conducción casi que exclusivamente a los dueños de los grandes medios de comunicación y a la mayoría de los propietarios de los bancos… Se reconoce un salto cualitativo que conduce a colocar el centro gravitacional de la oposición en las direcciones de los partidos políticos de derecha. Esto les permite dotarse de una línea política pragmática que le da un acento superior al tema de la unidad y les permite modificar la percepción no democrática y golpista que de ellos se tiene” [3]. En este marco la crisis de partidos aún no termina de resolverse, en cuanto a avanzar a nuevas formas de dominio político, pero sí es claro, que hoy, nuevos partidos, reciclados o no, se han erigido como fuerzas con determinada “representatividad” o de apoyo en gruesos sectores de la población.

VIII. Es que si bien, tanto las fuerzas de oposición por derecha y el chavismo, coinciden en la necesidad de recomponer la autoridad del Estado burgués, esto se hace bajo la particularidad del propio chavismo, con un nuevo régimen que barre el anterior, una manera que le es "contradictoria" a los deudos del puntofijismo y a lo más concentrado de la burguesía (históricamente favorecida por el régimen desplazado), que los coloca frente a un nuevo régimen que quiere incorporar elementos de dirigismo de Estado en los asuntos económicos y trazos de un capitalismo de Estado, y que intenta ubicarlos en situación de subordinación política, lo que le impide cerrar la crisis de conjunto. Entonces, lo contradictorio para el conjunto del orden burgués es que: a) la recomposición de la autoridad y legitimidad del Estado es un logro para la burguesía frente a las masas, es un retroceso para las clases explotadas y empobrecidas; pero b) la forma específica que toma esa recomposición de la autoridad del Estado, afecta también a una fracción de los partidos burgueses y resiente a lo más concentrado de la burguesía (y el imperialismo yanqui) que siente que no puede actuar a sus anchas, pues es una recomposición que debe contar con ciertas concesiones (materiales las menos, discursivas las más) a los de abajo, digamos que este es el precio que debe pagar la clase dominante y sus partidos por recomponer la autoridad y legitimidad de su aparato de dominación y control social: el Estado burgués.

IX. Pero eso el chavismo no alcanza a gozar de un régimen estable relativamente, porque no resuelve la crisis orgánica (combinación de crisis económica, inviabilidad del régimen de dominio y crisis política de los partidos), por ser un régimen constantemente cuestionado por otra fracción de las clases dominantes, por la fracción mayoritaria de la burguesía, que no lo reconoce como “su gobierno”, que cuenta con una base social (y electoral) considerable y con respaldo de la principal potencia imperialista. Pero sí logra Chávez, como decimos, una recomposición de la autoridad y legitimidad del Estado burgués, cuyas instituciones de conjunto habían caído en gran descrédito y descomposición en el período que se abre a partir del ’89. Lo hace a través de otro régimen, sustituyendo el anterior régimen de dominio, en el que quedan fuera las formaciones políticas (partidos) tradicionales de la burguesía y las mismas corporaciones directas (federaciones patronales) más importantes del empresariado en las decisiones directas del Estado en su conjunto. Es que sus proyectos difieren, tal como explicamos en uno de los artículos de este periódico: la MUD propone un "Estado chico" que solo garantice las condiciones de explotación sin aspirar un rol de dirigismo en la economía nacional, permitiendo los mayores niveles posibles de discrecionalidad al capital privado, mientras el chavismo propone un "Estado fuerte" que no solo garantice las condiciones de explotación sino que ocupe un papel central en la orientación de la actividad económica del país para "ajustarla" en función de un mayor desarrollo industrial nacional. Sin embargo, esta recomposición del Estado burgués le sirve al conjunto de la burguesía, implica una recomposición del Estado que beneficia al conjunto de la clase dominante (y al imperialismo) en su relación de dominio frente a las masas, pues se relegitima la autoridad del aparato que garantiza las condiciones de realización de la explotación del trabajo. Entre otras cosas, esto es parte de los más importantes “logros” y el legado político que hasta ahora puede exhibir el chavismo.

[1Ver artículo de polémica en http://www.lts.org.ve/spip.php?article410

[2“De las primarias de la derecha y otros asuntos”. Aporrea, 13/02/12.

[3Rodrigo Cabezas, “Lo que se define y lo que se oculta en la MUD”. El Mundo Economía y Negocios, 14/02/12






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