“La cosa con la plata no está fácil”, escuchamos y decimos en las conversaciones diarias. Expresa lo que vivimos con una inflación acelerada, que golpea el bolsillo obrero y popular, además de la escasez de varios productos básicos. A siete de cada diez venezolanos les preocupa la situación económica incluso más que la política, según una encuesta reciente [1].

El gobierno nacional dice que se trata de una “guerra económica” de “la burguesía” en su contra y contra el pueblo, que los problemas no son tan reales, sino más bien producto de esta “guerra”. La oposición dice que todo es responsabilidad del gobierno por los controles y regulaciones del Estado a la actividad empresarial. Los empresarios la tienen “clara” desde su lógica de explotación y ganancias: en el país hay alta inflación y escasez porque a ellos no les dan las “condiciones” para producir, si se las dieran, según, todo mejoraría.

Hay un chantaje empresarial: “necesitamos dólares”, “hay muchos controles” e “impunidad laboral”

Los empresarios dicen que tienen pocos dólares para importar los insumos que necesitan para producir, que por eso supuestamente importan con dólares comprados en el mercado paralelo, y por eso “tienen que vender” más caro sus productos; o que por esa falta de dólares es que producen poco, y esta escasez, a su vez, provoca inflación. Pero resulta que actualmente hay en depósitos venezolanos privados en el exterior, “por lo menos 160 mil millones de dólares” [2], una cifra que, para que nos demos una idea, es igual a dos veces y medio todo el presupuesto nacional de este año (calculado en 63 millones US$). Otro ejemplo del cinismo empresarial es lo que reconoció la entonces presidenta del Banco Central, Edmée Betancourt: que de los 59 mil millones US $ que otorgó CADIVI en 2012, 20 mil millones fueron a parar a “empresas de maletín” o a “demanda artificial no asociada a la producción”.

También se quejan los capitalistas de “los controles”, sobre todo el de precios, que así “se produce a pérdida” y que por eso reducen los niveles de inversión y de producción, lo que causa escasez y esta a su vez genera inflación. ¡Es un descaro total! En primer lugar, porque pretenden que lo único que importe sean sus niveles de ganancia, y en segundo, porque en realidad han seguido y siguen ganando. El propio Eduardo Samán (presidente del INDEPABIS) reconoció hace poco que los empresarios “están ganando más que nunca” [3].

Otra constante en las quejas de los “desdichados” empresarios es lo que llaman “impunidad laboral”: según ellos, las luchas de los trabajadores son un obstáculo para producir más y a menor costo, y estos no son sancionados o castigados por eso. ¡Qué miserables estos tipos!: en el país hay cientos de trabajadores con procesos judiciales por luchar, varios obreros presos por la misma razón, mientras ni un solo burgués preso o enjuiciado por violar derechos laborales, ¡y dicen que hay “impunidad laboral”!

En fin, dice la burguesía, “en esas condiciones no se puede producir”. ¡Cómo si los que realmente produjeran no fueran los trabajadores y trabajadoras!

La “solución” de la oposición: que la sociedad se arrodille ante el chantaje empresarial

La oposición reunida en la MUD es la que más claramente expresa este programa en clave “neoliberal”. A pesar que hace demagogia sobre el alto costo de la vida, y hasta de la necesidad de aumentar salarios, sus propuestas son ni más ni menos que la sociedad debe arrodillarse ante el interés de la ganancia y especulación capitalista: que hay que echar abajo las pocas regulaciones que hay a las ganancias y los precios, desmontar el control de cambio para que el dólar circule “libremente”, devaluar más el bolívar para que les sea más “rentable” a los empresarios “producir” en el país. Hacer lo que sea posible para que a los empresarios le vaya mejor aún, con la lógica reaccionaria de que solo si a los empresarios les va bien, a los trabajadores y al país les irá bien.

La política del gobierno: ceder al interés empresarial, aunque de a poco y no tan rápido

El gobierno, que habla de una “guerra”, en lugar de debilitar resueltamente al “ejército contrario”, toma medidas que más bien lo fortalecen. A fin de cuentas, el gobierno también considera que la clave para que no haya inflación ni escasez es brindar las condiciones para que los empresarios “produzcan”. Por eso está preso de su “contradicción”: entre ponerle límites a los aspectos más groseros del chantaje empresarial y brindarles las condiciones que exigen. Por eso anda en un giro “productivo” estableciendo y buscando pactos con los empresarios, haciendo juegos de equilibrista para ir relajando algunos controles y mantener otros.

Mantiene un cada vez más impotente “control de precios”, crea un pomposo “Órgano superior para la defensa de la economía popular”, convierte en “fiscales obreros” a trabajadores afines al gobierno, al mismo tiempo que convoca numerosas mesas de diálogo con “la burguesía parasitaria”, de donde salen acuerdos favorables a esta: autoriza aumentos de precios y se compromete a revisarlos periódicamente; subsidia las ganancias a varios sectores (actividades agrícolas primarias y afines, importación de bienes de capital y de alimentos, productores de hierro de los convenios con China, etc.) al exonerarlos de impuestos; les facilita préstamos de la banca y fondos públicos en condiciones favorables.

También se prepara para relajar más el control de cambio y liberarles los dólares, al tiempo que devaluar más aún el bolívar, es decir, el salario y los ingresos del pueblo trabajador. Devaluó en febrero, luego con las subastas SICAD, y anuncia que el dólar 6,30 quedará solo para importaciones de alimentos y medicinas, es decir, aumentará para todo lo demás. Ramírez anuncia una probable “despenalización de la tenencia y comercialización” de dólares.

Hay “crisis” porque los capitales imperialistas y la burguesía nacional se siguen embolsillando los recursos.

No son los tibios “controles” al capital privado los responsables de la crisis, sino la persistencia de la posición subordinada que ocupa nuestro país con relación al capital imperialista, y la supervivencia de la gran propiedad privada nacional.

El país necesita importar mucho porque el papel que le imponen las potencias imperialistas es el de proveedor de materias primas y comprador de todo lo demás, y por más alto que sea circunstancialmente el precio del petróleo, los dólares conseguidos por esa vía no serán suficientes para importar todo lo que se necesita. Porque además, persiste el mecanismo de la deuda externa, que impone al país destinar grandes cantidades de dólares apara alimentar la usura de los capitales y gobiernos imperialistas. A su vez, en el país operan cientos de empresas transnacionales que giran ganancias a sus casas matrices.

Chávez regateó las condiciones de subordinación a los capitales imperialistas, consiguiendo captar para el Estado nacional algo más de la renta petrolera, al tiempo que permanecían en el país las empresas imperialistas y, sobre todo, respetó absolutamente el mecanismo de la deuda externa, incluso incrementándola enormemente. Por su parte, aunque la burguesía nacional ha hecho “méritos” de sobra para ser despojada de su poder económico, por antinacional y hostil a las mayorías trabajadoras –fue golpista aliada del imperialismo en 2002-2003, fuga capitales, especula y acapara, hace trampa con los dólares que les da el Estado–, el gobierno jamás dio ningún paso en ese sentido.

Por eso no fue de las ganancias imperialistas ni de la burguesía nacional que salieron los recursos para los planes sociales y los infructuosos planes de “diversificación de la producción”, sino fundamentalmente de la renta petrolera pública y el enorme endeudamiento del Estado. Y se llega al punto en que hoy “no hay dólares” ni recursos suficientes para todas las necesidades: el gobierno reduce las reservas internacionales en dólares y hasta vende activos en el exterior para cubrir la demanda de dólares, tanto las de los privados como las suyas propias.

Estaríamos frente a un “recurrente problema nacional”: hay dólares para industrializar (y disminuir la dependencia de las importaciones) o para importar lo que se necesita consumir al momento, pero nunca suficiente para las dos cosas. Sin embargo, esto es así solo si se lo mira desde un punto de vista limitadamente burgués, es decir, si se acepta como un hecho inmodificable que los capitales imperialistas y nacionales succionen los recursos del esfuerzo nacional, poniendo al país y a sus clases explotadas y pobres ante estas crisis recurrentes.

Una salida verdaderamente de soberanía nacional, y más aún, obrera y popular, debe romper con estos mecanismos de dominación imperialista y despojar de su poder económico a la “parasitaria” burguesía nacional. Una política revolucionaria que no llevó adelante el chavismo en 15 años ni llevará ahora, una salida que solo podrá ser real mediante la movilización combativa de la clase obrera y el pueblo pobre, en la perspectiva estratégica de conquistar un gobierno propio de los trabajadores y el pueblo.