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Periódico / MOVIMIENTO OBRERO

Viernes 21 de marzo de 2014

LA CLASE TRABAJADORA PUEDE Y DEBE PONERSE EN PIE

¿Por qué no entra en escena la fuerza de los trabajadores con sus propias demandas?

LTS


En la crisis económica y política que vive el país la polarización reinante sigue siendo entre las fuerzas de la oposición de derecha (con sus alas “moderada” y “radical”) y el gobierno nacional, que cada vez más viene administrando la crisis con medidas económicas y políticas que convienen a los intereses empresariales. Lo que está en disputa es cómo se va a reorganizar la dirección del país ante la imposibilidad del chavismo de seguir administrándolo y dirigiendo como lo hizo Chávez en más de una década, lo que está en juego también es quién paga los platos rotos de la crisis de la economía, quién paga el costo de los “ajustes”. En fin, se discute el futuro del país y, en especial, del pueblo trabajador y pobre.

¿Por qué entonces los principales actores siguen siendo estos bandos políticos, y no entra en escena un actor clave como lo es la clase trabajadora, que es sobre quién vienen descargando y piensan descargar más aún las “soluciones”? ¿Cómo puede salir de la situación de relativa expectación actual y pasar a jugar un papel central? Es lo que queremos poner a discusión en estas notas.

¿Por qué no entra en escena la fuerza de los trabajadores con sus propias demandas?

La clase trabajadora es la clase social más grande y, potencialmente, la más fuerte de nuestra sociedad. Somos más de 7 millones de asalariados y asalariadas que, trabajando en la industria, manufactura, construcción, bancos, puertos, escuelas, hospitales, transportes, comercio, etc., generamos el grueso de las riquezas sociales y hacemos andar las ruedas de la economía. Sin embargo, esa fuerza no se hace sentir en la escena nacional con sus demandas propias, con un programa que exprese los intereses del conjunto de los trabajadores y el pueblo pobre, mientras hay un programa de clase que sí expresa ante el país con fuerza: liberación de los precios, del dólar, cero regulaciones estatales a los empresarios, reducción del gasto público, etc., es decir, el programa que representa los intereses de los capitalistas, que amplias franjas de la clase media exigen en las calles, y que el gobierno nacional ya ha comenzado a aplicar.

Pasividad no hay. Pero no es que los trabajadores estemos pasivos, no se trata de eso, pues a nivel nacional y en diversos sectores se vienen librando cualquier cantidad de luchas. De hecho, los registros indican que las principales razones de las manifestaciones y conflictos de los últimos años tienen que ver con demandas laborales. En muchas fábricas y lugares de trabajo se vienen dando duras peleas.

La descoordinación y falta de articulación nos hace débiles. Muchas de nuestras luchas se dan aisladas unas de otras, con poca coordinación, sin contar con la solidaridad de clase y apoyo del resto de los trabajadores de la rama de industria, del sector o de la ciudad. Cuando coordinados y luchando juntos seríamos poderosos, la realidad hoy es que luchas aisladas son derrotadas o quebradas, incluso en algunos casos los trabajadores terminan despedidos, procesados judicialmente, o hasta en la cárcel, como los compañeros de Civetchi. Y si nos fijamos bien, veremos que los patronos no se limitan a luchar contra cada uno de nosotros en cada lugar de trabajo, se coordinan entre sí, con el Estado (policías, guardias nacionales, jueces, inspectorías del trabajo) y hasta con el gobierno.

Las demandas específicas de cada fábrica o sector no bastan. Los empresarios no solo se ocupan de imponer sus condiciones en sus respectivas empresas, sino que también las imponen al conjunto de la economía nacional, su programa de clase para garantizar la explotación y sus ganancias trasciende los límites de cada lugar de trabajo. ¿Por qué entonces los trabajadores hemos de limitarnos a las demandas en cada lugar de trabajo? Eso nos marca una enorme desventaja, porque nuestras condiciones de vida no dependen solo de lo que logremos en la lucha en nuestro lugar de trabajo, sino del rumbo de la conjunto de la economía nacional (incluso internacional): así puede ocurrir que lo que ganemos por aumento en una lucha salarial, nos lo quiten luego por otra vía con los acuerdos empresarios-gobierno para aumentar precios y devaluar el bolívar. Por eso, al tiempo que damos las peleas específicas en nuestro lugar de trabajo, debemos articular también un programa para el conjunto de la economía nacional. De esta manera, avanzaremos también en no dejar el campo abierto para que sean solo los patrones y el gobierno los que aparezcan ante el país proponiendo sus “soluciones” antiobreras y antipopulares.

Las burocracias sindicales son responsables. En que la fuerza de los trabajadores se mantenga expectante ante la crisis económica y política tienen gran responsabilidad las burocracias sindicales, los dirigentes que están al frente de las centrales, federaciones y sindicatos, es decir, de nuestras organizaciones de clase. En su gran mayoría se adhieren a alguno de los dos proyectos patronales en pugna en el país, y por eso no hacen absolutamente nada para que la clase obrera irrumpa con personalidad política propia, no están interesados en que golpeemos con un solo puño con un programa clasista y combativo, contrapuesto tanto a las demandas de la MUD como a las políticas “anticrisis” del gobierno.

La fragmentación de nuestras fuerzas. Algo que nos marca debilidad para ponernos en pie como fuerza nacional es la fragmentación, por ejemplo las divisiones entre fijos y contratados, de nómina y de contratistas (tercerizados), empleados y obreros, sindicalizados y no sindicalizados, etc. Esa fragmentación muy conveniente a los patrones, la convalidan en muchos casos dirigentes sindicales burocráticos que no se proponen organizar unificadamente las luchas, sino que le dan la espalda a tercerizados o trabajadores de empresas pequeñas que tienen más dificultades para organizarse. También está la división en, como mínimo, cinco centrales sindicales nacionales (con su respectiva división a nivel de federaciones y sindicatos), manteniendo divididas nuestras fuerzas y luchas, sin más justificación que las diferencias de la burocracia sindical por cuotas de poder, o por su afiliación con el gobierno o la oposición patronal.

Las represalias de los patrones y el gobierno. Por otro lado, los golpes que algunos sectores en lucha reciben de los empresarios y del propio gobierno (ya sea como patrón directo o como aliado de los capitalistas), contribuyen a que se le dificulte a nuestra clase ponerse en pie ante la situación nacional. En este caso juega papel especial la criminalización impulsada o avalada por el gobierno: son numerosos los casos en los que en empresas relacionados con la producción o almacenamiento de alimentos, los trabajadores han dado luchas no solo reivindicativas sino incluso de alertar y denunciar sobre los problemas para la producción y el abastecimiento, pero el gobierno los coacciona, despide, reprime o enjuicia, si son empresas estatales, y son privadas y el empresariado es aliado del gobierno, el Estado avala las retaliaciones patronales.





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