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Periódico / Mujer

Domingo 6 de julio de 2008

LA REVOLUCIÓN RUSA Y LAS MUJERES

Acabar con la esclavitud doméstica

Pan y Rosas - Argentina


La revolución obrera triunfante en la Rusia de 1917 abrió, para el conjunto de las masas, un horizonte impensable hasta entonces: por primera vez en la historia, la clase trabajadora había tomado el poder y se disponía a poner en pie su propio Estado, una barricada en la lucha contra la burguesía y por la revolución socialista internacional.

Inmediatamente, el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky, que condujo a las masas proletarias hacia la conquista del poder, tomará una serie de medidas tendientes a conseguir la igualdad jurídica de las mujeres: libertad para elegir su profesión, igual salario que los varones por el mismo trabajo, acceso a los empleos del Estado, prohibición de despidos de mujeres embarazadas, derecho al divorcio y educación mixta. Pero los revolucionarios consideraban que las mujeres sólo podrían gozar plenamente de sus derechos y lograr la igualdad con los hombres ante la vida, sólo si lograban librarse de la milenaria esclavitud doméstica, como llamaba Lenin a las tareas del hogar.

El dirigente de la Revolución Rusa decía a los obreros de Moscú en 1920: "El poder de los soviets es el único que abolió por primera vez las viejas leyes burguesas, las leyes infames que consagraban la inferioridad legal de la mujer y los privilegios del hombre, en especial en el matrimonio y en sus relaciones con los hijos. El poder de los soviets es el único en el mundo que abolió por primera vez, como poder de los trabajadores que es, todos los privilegios que, ligados a la propiedad, se mantenían en provecho del hombre, en el derecho familiar, aún en las repúblicas burguesas más democráticas. Allí donde hay propietarios terratenientes, capitalistas y comerciantes, no puede haber igualdad entre el hombre y la mujer, ni aún ante la ley. Allí donde no hay propietarios terratenientes ni capitalistas ni comerciantes, allí, el poder de los soviets construye una nueva vida sin esos explotadores, allí hay igualdad del hombre y la mujer ante la ley. Pero esto todavía no es suficiente. La igualdad ante la ley todavía no es la igualdad frente a la vida. Nosotros esperamos que la obrera conquiste, no sólo la igualdad ante la ley, sino frente a la vida, frente al obrero. (…). El proletariado no podrá llegar a emanciparse completamente sin haber conquistado la libertad completa para las mujeres."

Opinaban que, para ello, las mujeres debían incorporarse a la producción social y que el cambio no pasaba por una reconsideración instituida legalmente del valor del trabajo doméstico que era menospreciado en la sociedad capitalista. Por el contrario, estaban convencidos de que la única forma de lograr esta incorporación al mundo productivo y a la política, la cultura, la vida pública, era eliminando el trabajo doméstico.

Existía, como en la actualidad, una visión feminista que abrogaba por una división más justa del trabajo doméstico entre los miembros del hogar. Pero los bolcheviques, aunque explícitamente planteaban que esta colaboración entre compañeros era la actitud que debían tener los revolucionarios frente a las tareas de la vida cotidiana, consideraban que lo fundamental era que el Estado obrero brindara todas las facilidades necesarias para eliminar la realización individual de las tareas de la reproducción de la fuerza de trabajo. Por eso, en los primeros años de la revolución, a pesar de las enormes dificultades económicas que enfrentaba el Estado obrero, se constituyeron varias comunas, integradas por viviendas individuales para varias familias y un centro comunitario con comedor, sala de esparcimiento y espacios para los niños que eran utilizados por todos los miembros de la comuna. Los lavaderos comunitarios, las guarderías y los comedores donde las tareas las desempeñaban otros asalariados y asalariadas, e incluso la construcción de viviendas plurifamiliares se basaron en esa convicción. De esta forma, industrializando y socializando la mayor cantidad de tareas posible, las mujeres no se verían obligadas a continuar la jornada laboral en el hogar. Las horas libres alentarían la mayor participación de las mujeres en la vida política de la Rusia de los soviets y empezarían a soldar uniones basadas en el amor y el respeto mutuo, libremente elegidas, entre seres humanos que empezaban a conquistar así la igualdad también frente a la vida.





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