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Miércoles 16 de junio de 2010 TEORIA ¿De qué hablamos cuando hablamos de socialismo? Por Angel Arias Las discusiones sobre el socialismo son tan amplias y extensas como lo es la tarea misma de su construcción. Sin embargo no es eso lo que aquí nos convoca hoy, sino a una cuestión básica y fundamental, la definición misma de eso que llamamos socialismo. Lo haremos partiendo del pensamiento y la acción revolucionaria modernas, expresado en el marxismo –hasta hoy las más completa, sistemática y radical crítica al capitalismo- y en las experiencias revolucionarias del siglo XX, sobre todo en la gran revolución obrera y campesina rusa de 1917 –el mayor y mejor ejemplo hasta ahora de lucha por la construcción del socialismo. La propuesta del socialismo se refiere a la organización de la economía y la dirección de la sociedad sobre la base de la socialización de los medios de producción y cambio (fábricas, tierras, bancos, empresas, transportes, etc.) y el autogobierno de los propios productores. No es pues un asunto meramente económico, sino que hace también al terreno de la organización política de la sociedad. Las bases económicas para el socialismo Lo económico es clave, pues es la piedra angular de la sociedad: cómo se organiza un determinado pueblo o sociedad para la producción y distribución de los bienes y servicios que necesita para subsistir y reproducirse. Es lo que llamamos relaciones sociales de producción: quiénes producen, cómo producen, para qué o quiénes producen. Esto a su vez, como se puede notar, lleva implícitas unas relaciones de propiedad: de quién son los medios de producción y, derivado de esto, de quién es lo producido. En el capitalismo estas relaciones sociales de producción se expresan en la propiedad privada sobre los medios de producción y cambio –el capital– por parte de una minoría de propietarios (empresarios, banqueros, etc.) que emplean fuerza de trabajo asalariada para producir las riquezas y acrecentar su capital. Las riquezas producidas colectiva y socialmente pasan a ser propiedad privada de unos pocos burgueses o propietarios, en razón de su propiedad sobre los medios de producción, y la gran masa trabajadora que participa en el proceso productivo creando las riquezas solo percibe a cambio un salario y alguna que otra conquista producto de su constante y ardua lucha. Este es el “secreto” de las grandes “desigualdades sociales”: la explotación del trabajo asalariado. Así en el capitalismo lo que se produce socialmente se lo quedan como propiedad privada un puñado de explotadores . En cuanto al Estado, como en cualquier sociedad, en el capitalismo está para defender esas relaciones sociales. Todo el entramado legal, institucional y militar en las sociedades capitalistas sirve para resguardar este tipo de organización de la economía y la vida de la sociedad: todos los Estados capitalistas, sus presidentes, sus parlamentos, sus tribunales y fuerzas armadas, funcionan bajo constituciones y leyes que mandan resguardar la propiedad privada sobre los medios de producción y mantener a raya y reprimir a los sectores explotados o pobres que incomoden ese orden social. Pues bien, el socialismo plantea la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción y de vida. Entendiendo que la única fuente de riquezas sociales es el trabajo y que los capitalistas cometen un robo al apropiarse para sí el producto del trabajo asalariado, el socialismo lucha por expropiar a los capitalistas y el pase a la sociedad de todas las fábricas, bancos, empresas, etc., que estos han “levantado” históricamente a fuerza de expropiar el trabajo colectivo de los asalariados y asalariadas: hay que “expropiar a los expropiadores”, en palabras de Marx. El objetivo es que lo que se produce socialmente sea aprovechado socialmente, y no de manera privada por un puñado de explotadores que viven de lo lindo, en la más grosera opulencia, en medio de las necesidades y carencias de las mayorías trabajadoras y pobres. Los medios de producción, que son un producto del trabajo social, no son propiedad privada de nadie sino que son de toda la sociedad. Esta sería la “base económica” del socialismo, es decir, las relaciones sociales de producción y de propiedad que permitirían construir una sociedad sin la “explotación del hombre del hombre”. La dictadura del proletariado (o el autogobierno de los productores) Este orden económico requiere de un poder político específico, el poder de los propios trabajadores y trabajadoras, los verdaderos productores de las riquezas sociales: un Estado obrero. Si el Estado burgués se organiza sobre la base de la propiedad privada capitalista y existe para sostenerla, en el socialismo es el ejercicio del poder económico, político y militar de manera directa por la clase trabajadora, en alianza con los demás sectores empobrecidos de la sociedad. El aparato del Estado burgués es destruido y se da paso a la edificación de un “semi-Estado”, constituido sobre la base de organismos de poder y democracia directa de los trabajadores en cada fábrica y lugar de trabajo, que ejercen el poder real allí y gobiernan la sociedad en conjunto con las instancias de poder regional y nacional nombradas de manera directa en cada unidad de producción y en cada barrio o comunidad. Los delegados de cada instancia se constituyen en órgano de poder (consejo, junta, etc.) legislativo y ejecutivo. Los delegados locales nombran de entre su seno los encargados del poder regional, y estos a su vez el poder nacional. Todos los delegados en cada instancia son responsables ante la base y revocables en cualquier momento por su asamblea respectiva. Los congresos o asambleas nacionales de delegados/as son la máxima representación del poder obrero y popular. El poder militar debe estar por completo en manos de estos organismos de poder obrero y popular, las milicias o ejército obrero y popular que se organicen, serán el sostén armado de este nuevo orden social, tal como hoy el ejército burgués es el sostén de la sociedad de explotación. Los jueces, por su parte, son nombrados por el poder obrero y popular, y revocables por este. De conjunto, esto es el autogobierno de los propios productores de las riquezas sociales . El carácter internacional de la revolución socialista Pero todo esto no es más que la expresión en el plano nacional de lo que ha de ser la lucha internacional y mundial contra el capitalismo, es decir, por la expropiación y derrota de los capitalistas en todos los demás países –la extensión y el triunfo de la revolución socialista a nivel mundial–, pues es una utopía, y además de carácter reaccionario, pensar en la construcción de una sociedad libre de explotación en los estrechos marcos de un país mientras campee el capitalismo en el resto del mundo. Estrategia para la conquista del poder Como se verá, esta lucha exige de una estrategia revolucionaria específica, pues ninguno de estos cambios sociales se dará de forma gradual o pacífica, sino que implicará los más feroces ataques y resistencias de los explotadores, sus tribunales y sus cuerpos represivos contra los explotados. Cualquier trabajador sabe cómo actúan los capitalistas, los patronos y sus instituciones judiciales y de represión ante una lucha dura por el salario, por el contrato colectivo, o contra los despidos: imaginémonos si se trata de disputarles el control de toda la economía y la organización de la sociedad. Por eso la lucha por la revolución socialista implica una estrategia de lucha para vencer el poder burgués, y esto es la organización de un poder propio, organismos de poder de los trabajadores para el control de las unidades de producción y el territorio, lo que denomina el lenguaje marxista como organismos de doble poder, con miras a la insurrección armada, como mecanismo revolucionario para la conquista del poder. La necesidad de un partido obrero revolucionario Finalmente, como la experiencia histórica demuestra, la clase trabajadora debe luchar por forjar un poderoso partido obrero revolucionario capaz de encabezar esta lucha y llevarla a la victoria. La espontaneidad de la rabia obrera y de las masas no es suficiente, se requiere de los destacamentos de vanguardia de los explotados, organizados en partido revolucionario, que trabajen y preparen conscientemente la lucha por el poder obrero, por la revolución socialista. ¿Qué no es “socialismo”? (O el engaño del gobierno nacional)Como resulta obvio, en nuestro país no hay en curso ninguna revolución socialista, ni en la economía ni en el Estado ni en las relaciones internacionales… ni en ningún lado. Tampoco es el objetivo del gobierno, y podemos brevemente aclarar al respecto varios de los pilares ideológicos y políticos que el gobierno, empeñado en el desarrollo burgués del país, quiere contrabandear como “socialismo”. El gobierno habla de “una mejor distribución de las riquezas”, pero eso no es socialista, a lo sumo busca “mejorar” las condiciones de explotación, porque el problema del capitalismo no está en la distribución sino en las relaciones de propiedad. La distribución está determinada por la propiedad: no se trata pues de “distribuir mejor”, sino de abolir la fuente de la explotación y el robo de las riquezas sociales, la propiedad privada de los medios de producción y de vida. Tampoco se trata el socialismo del “desarrollo nacional” a secas, pues los países capitalistas imperialistas tienen su “desarrollo nacional”: el problema es sobre qué bases se propone “desarrollar” el país, si sobre la explotación de los trabajadores, como hoy, o sobre la base de la propiedad colectiva de los medios de producción. Como se lo propone el gobierno es una concepción burguesa del desarrollo, pero además inviable, pues bajo el capitalismo jamás se dejará de ser un semicolonia sometida al imperialismo. Por eso su proyecto es nacionalista burgués, no socialista. El socialismo tampoco es “estatización”, en el sentido de que alguna que otra empresa pase a manos del Estado burgués, cosa que no impugna la existencia misma de la clase capitalista en su conjunto, y que además es hecha para reorganizar desde el Estado el propio funcionamiento de la economía capitalista. El socialismo no es estatización sino socialización de todos los medios de producción y de vida, y no por cualquier Estado sino por un Estado obrero, por el poder directo en la sociedad de la clase trabajadora. El gobierno habla de lucha por la “igualdad” en abstracto, siendo apenas un discurso vacío porque se propone conseguirla en los marcos de la sociedad capitalista. La principal “desigualdad” en la sociedad capitalista es su propia existencia: la división de la sociedad en clases, en explotadores y explotados. Por eso el socialismo no habla de buscar la “igualdad” entre los “ciudadanos” obviando esta realidad, sino que lucha por cambiar la cosa de raíz, su objetivo es el comunismo: acabar con la división de la sociedad en clases, luchar por la sociedad sin clases, haciendo de toda la sociedad una sola clase, la de los productores y productoras, sin explotadores. Por último, Chávez habla de la “grandeza de la patria”, pero en la misma “patria” conviven explotados y explotadores. Los socialistas no buscamos ninguna “grandeza” en común con nuestros propios explotadores, no queremos una “patria” donde se nos diga que “todos somos venezolanos” mientras unos viven a costillas de otros y reprimiéndonos cada vez que peleamos contra su orden de explotación, injusticias y miseria. Los socialistas peleamos consecuentemente contra los capitales y gobiernos imperialistas que oprimen al país, pero nuestro objetivo no es solo luchar contra “el ladrón extranjero” sino también contra el “ladrón nacional”, porque además la expulsión del imperialismo es imposible sin la derrota también de los explotadores nacionales. Por eso buscamos la emancipación nacional pero también la emancipación social de toda explotación, la instauración de una república obrera y popular como parte de la lucha por una federación de repúblicas obreras, populares y campesinas de América Latina y el Caribe, en la perspectiva de la victoria mundial de la clase trabajadora y los pobres contra los explotadores. En fin, no somos nacionalistas, sino internacionalistas, entendemos que la clase obrera es una sola y sin fronteras y que en cualquier país debe derrotar también a su propia burguesía nacional.
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