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Periódico / ELECCIONES PRESIDENCIALES 2012

Miércoles 9 de diciembre de 2015

ELECCIONES

Las elecciones presidenciales: un mecanismo de la democracia burguesa



Para la mayoría del pueblo trabajador puede parecer casi “natural” que el actual sistema “democrático” burgués nos lo presenten como el mejor régimen de gobierno al que podemos aspirar. A diferencia de otros países, el nuestro no ha tenido, en el siglo pasado ni en este, grandes experiencias revolucionarias que hayan dado pie, así sea embrionariamente, a formas de gobierno realmente obreras y populares. Por eso, lo que hemos conocido ni son sino distintas maneras, dictatoriales o “democráticas” de ejercer su domino la clase capitalista. A la “democracia representativa” del ’58 al ’98, le siguió la llamada “democracia participativa y protagónica”, que no ha dejado de ser la misma forma de representación política donde el poder lo ejercen otros en nombre del pueblo, incluso reforzando los poderes discrecionales de un sola persona en la figura presidencial, combinando esto con espacios de participación limitada y subordinados al poder constituido, a los que llama “poder popular”, aunque de “poder” no tienen prácticamente nada.

Uno de los más importantes teóricos y dirigentes revolucionarios que ha tenido la clase obrera, Lenin, principal dirigente del partido y de la revolución que llevó a los trabajadores por primera vez a dirigir una sociedad, definía a la democracia burguesa como “la mejor envoltura para la dictadura del capital”. ¿Qué quería decir con esto? Que la “democracia” burguesa es una de las mejores formas que tiene la clase capitalista para hacer creer al pueblo trabajador que el Estado y el gobierno obedecen la voluntad del pueblo, que representan los intereses de toda la sociedad, mientras en la realidad los capitalistas y los ricos son los verdaderos amos y señores.

¿Cómo es posible que esto sea así? Si todos votamos y podemos elegir a quienes gobiernan, ¿cómo que la democracia es la envoltura de la dominación de la burguesía? Fijémonos que raro “poder del pueblo” esta democracia en la que después de décadas el pueblo trabajador sigue explotado y pobre, viviendo toda serie de injusticias y humillaciones, mientras los capitalistas, banqueros y terratenientes, que son apenas un puñado de la población, siguen ricos y en la cúspide del poder social. En dictadura, “democracia representativa” o “participativa”, esta realidad se mantiene. Es que la democracia capitalista funciona conciliando la convivencia entre la igualdad política formal, donde somos “iguales ante la ley” y “todos elegimos y podemos ser elegidos”, con la más brutal desigualdad económica, en la que una clase minoritaria explota el trabajo de la mayoría del pueblo y es dueña de las riquezas producidas socialmente. ¡La supuesta igualdad política está totalmente subordinada a la desigualdad económica y jamás cambia esta situación!, ¡ninguna elección puede arrebatar el poder económico a la burguesía! Las leyes, los tribunales, las policías y el ejército, los Presidentes y los parlamentos, en esta democracia burguesa, están todos al servicio de la defender este orden social fundamentado en la propiedad privada capitalista, que es la base de nuestra condición de explotación y subordinación social.

La democracia burguesa nos convoca para elegir presidentes y diputados, ¡pero jamás podemos decidir que se acabe la explotación!, ¡jamás podemos decidir que las fábricas, empresas y bancos, y la riqueza social, sean de todos y no de una minoría parasitaria!, ¡jamás podremos decidir que los tribunales y las fuerzas de represión dejen de defender a los empresarios y patrones, que dejen de ser instrumentos para castigarnos y reprimirnos cuando nos levantamos contra este orden! Por eso esta supuesta “democracia” funciona en lo esencial como una envoltura de la dominación burguesa.

Si pensamos en el sistema político al que podemos y debemos aspirar las mayorías productoras de las riquezas, quienes con nuestro trabajo hacemos mover diariamente el país y el mundo, la democracia burguesa es realmente miserable, que lo más generoso que nos ofrece es mantenernos eligiendo cada tantos años a los que van a administrar nuestra explotación y subordinación social.

El sistema político en el que realmente pueda ejercerse el poder del pueblo es aquel en el que la “igualdad” formal no esconda la desigualdad real, sino que la economía de la sociedad se fundamente en la propiedad común de los medios de producción y las riquezas sociales, sin clases explotadoras ni castas parasitarias, donde el poder político, militar y la justicia estén ejercidos directamente por los productores de las riquezas, las mayorías trabajadoras, mediante sus propias organizaciones. Y una república de trabajadores como la que señalamos nunca se ha obtenido ni se obtendrá por medio de una elección presidencial burguesa, sino mediante el levantamiento insurreccional de la clase obrera y el pueblo pobre.

Una vez teniendo claridad política sobre esto, por supuesto no implica que la clase obrera deba ser indiferente ante la existencia o no de espacios democráticos, o que los revolucionarios anticapitalistas permanezcamos inmóviles ante los procesos electorales cuando hay democracia burguesa. Los trabajadores aprovechamos y debemos defender con celo, con nuestros propios métodos de lucha, cualquier espacio y derecho democrático que nos permita organizarnos y fortalecer nuestras posiciones en la lucha de clases. Para los que luchamos por la revolución obrera y socialista, la participación en las elecciones burguesas es una opción táctica que sirve si permite desnudar frente a las masas las falsas promesas de las distintas opciones de la burguesía, y alentar la confianza en la acción de los trabajadores y la auto-organización obrera y popular, con la perspectiva estratégica de un gobierno de los trabajadores y la “expropiación de los expropiadores” (los capitalistas), única forma de terminar con la explotación y la opresión.

Es desde esta perspectiva que proponemos el respaldo a una candidatura obrera, independiente de las principales candidaturas de los partidos del orden dominante, que a pesar de sus marcadas diferencias, coinciden plenamente en mantener este orden social basado en la explotación patronal sobre los trabajadores y el enriquecimiento de una minoría a costa de la pobreza de millones.


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