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Pan y Rosas
Miércoles 19 de abril de 2006 La Misión "Madres del Barrio" ¿Liberando a la mujer de la opresión? Fuente: Por Tatiana Malaver Farías Son incontables las horas que dedica la mujer «ama de casa» a las labores domésticas, sin derecho a estipular un horario y teniendo que asumir una incondicionalidad «natural» frente a los roles y tareas que le han sido socialmente impuestos. Al trabajo doméstico ni siquiera se le reconoce un salario. Para la mujer ama de casa de las familias trabajadoras no existe jornada de ocho horas; como «madre abnegada», debe estar dispuesta en cualquier momento para atender las necesidades que requiere la atención del hogar y de los hijos. No tiene derecho a descanso, vacaciones ni días libres; la casa y los hijos deben ser atendidos permanentemente. No tiene derecho a prestaciones sociales, ni a utilidades, aun cuando sobre sus hombros recaiga la responsabilidad de garantizar que el hombre pueda rendir y disponer de las horas que el patrón necesita para explotarlo y obtener buenas ganancias. Tiene preparada la comida del trabajador, le lava la ropa, le plancha, le atiende los hijos y hasta calma las tensiones a las que es sometido diariamente producto de la explotación. Estas labores «domésticas» implican buena cantidad de horas de trabajo que, si no las asumiera la mujer, afectaría la disposición de fuerza de trabajo necesaria para los niveles de producción y ganancia que requieren los capitalistas. La sacralización de la mujer y de la madre ha permitido y garantizado al mismo tiempo su condición de esclavitud, no sólo por parte del hombre, o de la sociedad, como comúnmente podría creerse, sino sobre todo por el capital que, sin tener relación directa, es el que más se beneficia, pues dispone de la fuerza de trabajo «libre» de las labores de la casa (la del marido) sin costo alguno. En la CRBV (Art. 88) y en el Decreto Presidencial No. 4342, a través del cual se formaliza la Misión Madres del Barrio, el Estado «reconoce» el trabajo del hogar «...como una actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar»1. Sin embargo, líneas más abajo, establece que el objeto de la Misión Madres del Barrio será «apoyar a las amas de casa que se encuentren en estado de necesidad»2, y que «...está dirigida a todas lasa mujeres que se encuentren en los siguientes requisitos: ser ama de casa, tener bajo su dependencia personas ascendientes y/o descendientes... y que carezca de ingresos o tenga un ingreso familiar inferior al costo de la canasta alimentaria»3. El supuesto reconocimiento al trabajo doméstico es sustituido así por la «voluntad» del Estado de apoyar a las «amas de casa» que se hallan en condiciones de pobreza extrema. El Estado estipula sólo una ayuda social del 60% u 80% del salario mínimo, en forma de «ayuda». La jornada doméstica, que excede la jornada laboral de ocho horas, sigue sin ser reconocida ni asalariada a través de una relación contractual. ¿Qué significa y qué pretende entonces la MMB? ¿Es o no es para el Estado el trabajo doméstico un trabajo productivo? De acuerdo con la política de la MMB evidentemente que no lo es. Esta «ayuda» sigue manteniendo a la mujer en condiciones de dependencia y vulnerabilidad económica, material y hasta simbólica. El Estado, en lugar de reconocer a través de la salarización el trabajo que día a día asume la mujer tras inagotables horas de trabajo rutinario en el hogar, otorga dádivas que dependen más de su disposición política que de la propia fuerza de trabajo de la mujer. La mujer «ama de casa» no es sólo una pobre que necesita una ayuda o una asignación económica, sino que es una trabajadora que merece y necesita un salario digno. Así mismo, el Estado ha establecido que de esta asignación sólo serán beneficiadas 150.000 madres para el año 2006. Según datos del INE4, para el primer semestre del año 2006, hay 2.855.557 mujeres mayores de 15 años que se dedican exclusivamente a los «quehaceres del hogar», es decir que el Estado, a través de la MMB, excluye a 2.255.557 mujeres de la asignación que otorga. Sólo el 5% de las mujeres «amas de casa» se beneficia con la miserable ayuda de 373 mil bolívares que da el Estado a través de la MMB. Y esto ocurre mientras los diputados y diputadas, ministros y ministras y demás burócratas del Estado tienen sueldos millonarios, y los capitalistas continúan engordando sus cuentas. Por otra parte, la MMB establece que esta ayuda tiene carácter transitorio (salvo excepciones), mientras se generan condiciones para que la mujer «ama de casa» acceda a actividades «productivas», inscritas todas dentro de la lógica sagrada de la «madre», que impone roles de sacrificio y abnegación a la mujer trabajadora para subyugarla, dominarla y oprimirla. Dentro de las tareas y responsabilidades de los Comités de Madres del Barrio (conformados sólo por mujeres), destacan los siguientes: «1. Fortalecer los vínculos de relación en el barrio... 2. Velar por el cuidado de los niños, niñas, ancianos y ancianas de su comunidad. 3. Garantizar la escolarización... 4. Velar por el buen funcionamiento de las casas de alimentación, los comedores escolares... 5. Vigilar la salud en el barrio...»5 Los roles conferidos a la mujer de los Comités de Madres del Barrio, son una réplica en la comunidad de lo que estas deben asumir en la casa. Tanto dentro como fuera del hogar, la mujer «Madre del Barrio» está condenada a la plancha, a los cuidados maternos y a la cocina, pero esta vez con un esfuerzo y trabajo duplicados. Sumado a esto, las beneficiarias de la MMB deben asumir los siguientes compromisos: «...2. Velar por la salud, alimentación, educación, capacitación, la cultura y la recreación de las personas bajo su dependencia. 3. Utilizar con sabiduría la asignación otorgada por el Estado en función de cubrir las necesidades básicas del grupo familiar. 4. Estar dispuestas a formarse y capacitarse en una ocupación productiva de su preferencia...»6 Nobles y justas tareas; pero si vamos un poco más allá, veremos que tales responsabilidades son una manera de descargar en la mujer trabajadora la resolución de las grandes miserias y carencias que el orden capitalista ha engendrado. ¿Cómo podría velar una mujer beneficiaria en condiciones de pobreza extrema por la salud, alimentación, educación, cultura y recreación de los suyos con una «ayuda» máxima de apenas 373.000 bolívares? ¿Es que entonces la madre, más que a la sabiduría, debe recurrir a la magia para administrar de tal modo esa paupérrima asignación? ¿Con qué tiempo dispone una madre beneficiaria para recrearse, educarse y recrear y educar a los suyos si con la MMB no se la alivia ni se la despoja de su condición de esclava, sino que por el contrario se la recarga de trabajo? ¿Y es que acaso la cultura, recreación, alimentación, salud y educación no los debe garantizar el Estado para todas y todos? La MMB no hace sino burlarse del drama de explotación, dominación y opresión al que ha sido y sigue siendo sometida la mujer trabajadora, del cual debemos resaltar que, de aquellas que trabajan fuera del hogar, el 50,65%, gana menos de 300 mil bolívares, teniendo además que cumplir luego otra jornada de trabajo no reconocida, la de los «quehaceres del hogar». No hay emancipación de la mujer trabajadora si, en principio, no se rompen las cadenas que la atan y la condenan a la esclavitud doméstica y no se la libera de la carga que ancestralmente ha llevado a cuestas para que esta pueda disponer libremente del tiempo para su desarrollo espiritual, cultural, intelectual y corporal. Servicios públicos de lavandería, cuidados de los niños y niñas, limpieza del hogar, comedores, donde trabajen por igual hombres y mujeres con salarios dignos, reducción de la jornada laboral doméstica, derecho a prestaciones sociales y seguridad social, serían mínimas medidas para liberar a la mujer de la doble jornada a la que está sometida. La real emancipación de la mujer sólo será conquistada en una sociedad donde la economía sea planificada, es decir, en una sociedad socialista, a la que sólo puede darle paso una revolución obrera y popular, y pueda entonces destinarse los recursos necesarios para despojar a la mujer trabajadora de los roles domésticos históricamente impuestos. Sin embargo, creemos que, en lo inmediato, es imprescindible luchar por la conquista y el reconocimiento de los derechos para las mujeres trabajadoras, sin que estas necesarias conquistas sean sustituidas por las «dádivas» del Estado capitalista. 1 Decreto Presidencial No. 4342. 2 Art. No. 1 del Decreto Presidencial No. 4342. 3 Art. No. 3 del Decreto Presidencial No. 4342. 4 Informe semestral I Semestre 2006. Dirección de Estadísticas Sociales y Ambientales. Instituto Nacional de Estadística. Venezuela. 5 Art. No. 9 del Decreto Presidencial No. 4342. 6 Art. No. 7 del Decreto Presidencial No. 4342.
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