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Periódico / TEORIA

Lunes 25 de julio de 2011

ALGUNOS APUNTES SOBRE EL MARXISMO LATINOAMERICANO Y LOS NACIONALISMOS BURGUESES

Mariátegui y Mella: más cerca de Trotsky… muy lejos de Chávez y Evo

Por Angel Árias


Es común escuchar reivindicarse como “mariateguistas” o “marxistas latinoamericanistas” a sectores de la izquierda que apoyan los proyectos políticos de Chávez y Evo Morales [1]. Por lo general estos sectores ubican en el “socialismo del siglo XXI” o la “revolución cultural” y su “Estado plurinacional”, una supuesta reivindicación del pensamiento revolucionario de dos de los más relevantes fundadores del marxismo latinoamericano, el peruano José Carlos Mariátegui y el cubano Julio Antonio Mella. En nuestro país, instituciones y universidades del gobierno realizan seminarios y cátedras sobre el pensamiento de Mariátegui, haciéndolo aparecer como partidario de la “revolución bolivariana”. Otro tanto hace la osificada burocracia del Estado cubano con Mella, mostrándolo como partidario de este tipo de proyectos “antiimperialistas”. Sin embargo, aquí ofrecemos algunos apuntes para mostrar que es completamente forzado pretender fundamentar el apoyo a estos proyectos en el pensamiento y la acción revolucionaria de estos militantes comunistas.

Hacia finales de los años 20’s del siglo pasado, correspondió al marxismo revolucionario latinoamericano delimitarse del naciente populismo burgués, lo que se expresó en el debate que entablarán Mariátegui y Mella contra las posiciones sostenidas por el APRA [2], encabezado por Haya de la Torre. Este último, en nombre de la originalidad del espacio y tiempo latinoamericanos –a los que, al igual que Mariátegui, nombraba como “indoamericanos”– postulaba como lo genuinamente revolucionario para nuestra realidad un “antiimperialismo” que, sin embargo, no sería socialista ni llevado adelante por medio de la revolución proletaria, sino a través de un Estado fuerte e intervencionista en la economía, que pusiera límites y controles al capital privado, tanto nacional como extranjero, y desde esta base dar paso al desarrollo latinoamericano. Se trataría de un pretendido “Estado antiimperialista” que no sería, supuestamente, ni burgués ni proletario. Al naciente populismo latinoamericano, cualquier llamado a luchar por la revolución proletaria le parecía “europeísta” y lo catalogaba como “un lenguaje ruso que nadie entiende”. Dirá que tanto en la derecha como en la izquierda “Nuestro doctrinarismo político en Indoamérica es casi todo repetición europea […] Vivimos buscando un patrón mental que nos libere de pensar por nosotros mismos”, y resumía sus propuesta “revolucionaria” en las consignas: “Contra el imperialismo, por la unidad política de América Latina, para la realización de la justicia social” [3].

Mella y Mariátegui argumentaron contra esta idea “original” de que sería posible superar la opresión imperialista sin hacer la revolución proletaria y de la mano de sectores burgueses de la región. Es decir, ni más ni menos que la promesa del “socialismo con empresarios” de Chávez y el “capitalismo andino” de Morales. Mariátegui dirá: “sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera” [4]. A su vez, Mella denunciará: “En su lucha contra el imperialismo (el ladrón extranjero), las burguesías (los ladrones nacionales) se unen al proletariado, buena carne de cañón. Pero acaban por comprender que es mejor hacer alianza con el imperialismo, que al fin y al cabo persiguen un interés semejante. De progresistas se convierten en reaccionarios. Las concesiones que hacían al proletariado para tenerlo a su lado, las traicionan cuando éste, a su avance, se convierte en un peligro tanto para el ladrón extranjero como para el nacional” [5].

No soñaban ni buscaban burguesías “patriotas” o “nacionalistas” que dieran la batalla por la expulsión del imperialismo de nuestras tierras, al contrario, señalaban la incapacidad de estas para tal tarea histórica y denunciaban su complicidad con el propio imperialismo. Era una posición que, sin embargo, no sostenían en solitario, sino que estaba a tono con los primeros lineamientos que sobre la lucha de clases en América Latina tuvo la Internacional Comunista (IC) encabezada por Lenin y Trotsky, de la cual tanto Mella como Mariátegui eran activos militantes.

En 1921, la IC sostenía, “así como la clave del imperialismo británico reside en su sistema colonial, el imperialismo norteamericano se basa en la explotación y en la dominación de América del Sur” [6], pero “cuando los obreros de América del Sur se oponen a los intentos criminales del imperialismo yanqui […] las clases gobernantes reprimen estas demostraciones proletarias para demostrar su sumisión interesada y consciente al imperialismo del Norte” [7]. Por eso arengaba: “Luchad contra vuestra propia burguesía y lucharéis contra el imperialismo yanqui que encarna en sumo grado la reacción capitalista […] La lucha contra vuestra propia burguesía será cada vez más la lucha contra el imperialismo mundial y se convertirá en una batalla de todos los explotados contra todos los explotadores” [8]. La lucha contra el imperialismo no pasaba por alguna improbable alianza con sectores de las burguesías nacionales, sino por combatirlas.

Mariátegui y Mella tomaban nota de la experiencia de la derrotada revolución china para ejemplificar mejor cómo las burguesías nacionales de los países semicoloniales carecían de algún carácter nacionalista revolucionario. “Las burguesías nacionales […] no tienen ninguna predisposición a admitir la necesidad de luchar por la segunda independencia […] La traición de la burguesía china, la quiebra del Kuomintag […] demostró cuán poco se podía confiar, aún en países como la China, en el sentimiento nacionalista revolucionario de la burguesía” [9].

Cierto es que en los años 20’s en América Latina no se habían desarrollado aún fenómenos nacionalistas burgueses de masas que llegaran al gobierno, como fueron el de Cárdenas en México en los 30’s, y el de Perón en Argentina en los 40’s. Tampoco pudieron vivirlos directamente Mella y Mariátegui, pues murieron en 1929 y 1930, respectivamente. Sin embargo, estos lineamientos no hicieron sino confirmarse, y será Trotsky quien, viviendo directamente el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), dará cuenta de esta dinámica: “Éste es el período en el que la burguesía busca obtener un poco más de independencia de los imperialistas extranjeros. La burguesía nacional está obligada a coquetear con los obreros, con los campesinos, y entonces tenemos el hombre fuerte del país, orientado hacia la izquierda como sucede ahora en México” [10]. Lo que no implicaba, sin embargo, que estos gobiernos fuesen a llevar adelante la liberación nacional ni, mucho menos, llevar a la emancipación social de los explotados.

Frente a las nacionalizaciones que hiciera el Estado burgués en sus regateos con el imperialismo, Mella era tajante en llamar a no engañarse: “Nacionalizar puede ser sinónimo de socializar, pero a condición de que sea el proletariado el que ocupe el poder por medio de una revolución. Cuando se dicen ambas cosas: nacionalización y en manos del proletariado triunfante, del nuevo Estado Proletario, se está hablando marxistamente. Pero cuando se dice a secas nacionalización, se está hablando con el lenguaje de todos los embaucadores de la clase obrera” [11]. Ante las nacionalizaciones del petróleo y los ferrocarriles que hizo Cárdenas –más trascendentales y radicales que las estatizaciones hechas por Chávez y Evo–, Trotsky dirá: “Sería un error desastroso, un completo engaño, afirmar que el camino al socialismo no pasa por la revolución proletaria, sino por la nacionalización que haga el Estado burgués en algunas ramas de la industria y su transferencia a las organizaciones obreras” [12].

La perspectiva que el marxismo revolucionario trazó para los países semicoloniales en general, y en Latinoamérica y el Caribe en particular, es que la lucha contra el imperialismo no pasaba por alguna fantasiosa revolución “nacionalista” mediante una alianza de las masas explotadas con sectores de las burguesías nacionales, sino por la propia revolución proletaria, con los trabajadores encabezando la lucha del conjunto de las masas de la nación oprimida contra el capital imperialista y contra el capital nacional al mismo tiempo, lo que enlazaba esta pelea nacional o antiimperialista en una misma con la lucha por la revolución de clase, es decir, socialista.

Ya en los planteamientos de principios de los años veinte la IC asomaba esta idea. “La experiencia política de la revolución proletaria en Rusia tiene una importancia mundial. Ha resaltado las formas de la lucha proletaria por el poder: las acciones de masas, los soviets y la dictadura proletaria”, los trabajadores de América “sabrán adaptar esta experiencia a su propia lucha” [13]. Observando el contraste entre el triunfo revolucionario en Rusia y el resultado de la revolución mexicana, sostenía que el campesinado y los trabajadores del campo “deben convencerse de que tanto para ellos como para los obreros no puede haber emancipación si no se unen al proletariado revolucionario contra el capitalismo” [14].

Por su parte Mariátegui afirma: “La emancipación de la economía del país es posible únicamente por la acción de las masas proletarias […] Sólo la acción proletaria puede estimular primero y realizar después las tareas de la revolución democrático burguesa que el régimen burgués es incompetente para desarrollar y cumplir […] Cumplida su etapa democrático burguesa, la revolución deviene, en sus objetivos y en su doctrina, revolución proletaria” [15]. Con “tareas de la revolución democrático burguesa” se refiere centralmente a la unidad y emancipación nacional, y a la liquidación de la propiedad “feudal” o terrateniente de la tierra. Sentencia categóricamente: “somos antiimperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos el capitalismo al socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo” [16]. Y contra toda ilusión en gobiernos burgueses “incluyentes” o “pluriculturales” que mantuvieran en pie la propiedad burguesa y la explotación capitalista, sostuvo: “Hay que dar a las poblaciones indígenas o negras esclavizadas la certidumbre de que solamente un gobierno de los obreros y campesinos de todas las razas que habitan el territorio, los emancipará verdaderamente, ya que este solamente podrá extinguir el régimen de los latifundios y el régimen industrial capitalista y librarlos definitivamente de la opresión imperialista” [17].

En 1930, corresponderá a Trotsky sacar las conclusiones teóricas y programáticas claves de las revoluciones y procesos revolucionarios de las primeras tres décadas del siglo, trazando la perspectiva para la revolución mundial en la época de dominio mundial del capital imperialista al desarrollar la teoría-programa de la revolución permanente. La revolución social en los países semicoloniales se plasmará en la siguiente perspectiva:

“La revolución democrática solo puede triunfar por medio de la dictadura del proletariado, apoyada en la alianza con los campesinos y encaminada en primer término a realizar objetivos de la revolución democrática […] La dictadura del proletariado, que sube al poder en calidad de caudillo de la revolución democrática, se encuentra inevitable y repentinamente, al triunfar, ante objetivos relacionados con profundas transformaciones del derecho de propiedad burguesa. La revolución democrática se transforma directamente en socialista, convirtiéndose con ello en permanente” [18].

La importancia de este breve bosquejo radica precisamente en la vigencia del posicionamiento de José Carlos Mariátegui y Julio Antonio Mella, destacados pioneros y luchadores marxistas revolucionarios de nuestra América, ante proyectos de desarrollo nacionalista burgués, presentados como “antiimperialistas” o, peor aún, como “revolucionarios”, como los que representan hoy Hugo Chávez y Evo Morales, apoyados por buena parte de muchos pretendidos “mariateguistas” y “marxistas”. Y si ya para finales de los años 20’s estaba claro para Mariátegui y Mella que las masas explotadas en su lucha contra el imperialismo y por su propia emancipación social no podían confiar en programas y gobiernos que no fueran los de la alianza obrera y campesina para revolución proletaria, hoy, cuando ha pasado casi un siglo de decenas de experiencias de gobiernos “patrióticos” y “nacionalistas” que jamás llevaron siquiera a la emancipación nacional, no debe caber lugar a dudas sobre la justeza de sus posiciones de combate al populismo nacionalista burgués. La experiencia ha sido amarga y no debiera ser en vano.

El disparatado dogma de que en América Latina el proletariado “necesita” esperar que se abra paso una etapa de desarrollo capitalista nacional “superior” a la actual, para luego entonces poder plantearse la conquista de su propio gobierno, no tienen nada que ver con el marxismo revolucionario, sino con las “teorías” producto de la contrarrevolución burocrática en la URSS y la degeneración stalinista de la IC y los Partidos Comunistas. Jamás estuvo en las perspectivas de la IC de Lenin y Trotsky, ni en las de Mariátegui y Mella, ser furgón de cola del populismo latinoamericano, pues jamás se les hubiese ocurrido la absurda idea de pretender oponer al capitalismo imperialista un capitalismo “nacionalista”, “andino” o “de Estado” –muchos menos el mal chiste de un ¡“socialismo con empresarios”!

Mariátegui y Mella no alcanzaron un desarrollo teórico y programático de cara a los problemas de la revolución mundial tan completo como el de Trotsky, ni llegaron a tener una posición clara de batallar frente a la contrarrevolución stalinista [19]. Sin embargo, en lo que hace a la revolución latinoamericana lucharon por preservar a las masas explotadas de la influencia de los demagogos burgueses y pequeñoburgueses, bregaron por forjar partidos obreros revolucionarios para la conquista del poder, y en el caso específico de Mariátegui, planteó la dinámica entre la liberación nacional y la emancipación social de clase en un sentido bastante cercano al de Trotsky, estando por tanto ambos mucho más cerca del fundador y jefe del Ejército Rojo, líder de la Oposición de Izquierda en la URSS y fundador de la IV Internacional, que de los presidentes Hugo Chávez y Evo Morales.

[1En nuestro país, uno de los materiales que pueden verse al respecto es el folleto “Revolución en la revolución”, recopilación de textos de Luis Villafaña, dirigente y teórico del Proyecto Nuestra América y el Movimiento 13 de Abril

[2APRA: Alianza Popular Revolucionaria Americana

[3Ver,Víctor Raúl Haya de la Torre, El antiimperialismo y el APRA, Santiago de Chile, Ediciones Ercilla, 2ª edición, 1936

[4José Carlos Mariátegui, “Punto de vista antiimperialista”, Tesis presentadas a la Iª Conferencia Comunista Latinoamericana (1929), anexo en León Trotsky, Escritos Latinoamericanos, CEIP “León Trotsky”, 3ª Edición, Buenos Aires, 2007, p. 357

[5Julio Antonio Mella, “¿Qué es el ARPA [APRA]?”, 1928, anexo en León Trotsky, Escritos Latinoamericanos, op. cit., p. 339

[6“Sobre la revolución en América. Llamamiento a la clase obrera de las dos Américas”, L’Internationale comuniste, Nº 15, enero 1921, anexo en Michael Löwy, El marxismo en América Latina (De 1909 hasta nuestros días), Antología, México, Ediciones Era, 1980, pp. 73-79

[7“A los obreros y campesinos de América del Sur”, La Correspondance Internationale, Nº 2, 20 de enero de 1923, anexo en Michel Löwy, El marxismo…, op. cit., pp. 79-82

[8Ibíd., p. 81

[9J. C. Mariátegui, “Punto de vista…”, op. cit., p. 354-355

[10“Problemas de América Latina: Transcripción”, citado por Paolo Casciola, “Trotsky y las luchas de los pueblos coloniales. La estrategia y la táctica revolucionarias en los países atrasados”, Estrategia Internacional, Nº 16, Buenos Aires, 200, p. 60

[11J. A. Mella, op. cit., p. 329

[12“La industria nacionalizada y la administración obrera”, Escritos Latinoamericanos, op. cit., p. 171

[13“Sobre la revolución en América…”, op. cit., p. 78

[14Ibíd., p. 77

[15“Programa del Partido Socialista del Perú”, Escritos fundamentales, Acercándonos Ediciones, Buenos Aires, 2008, pp. 84-85

[16“Punto de vista..:”, op. cit., p. 360

[17“El problema de las razas en América Latina”, Escritos…, op. cit., p. 75

[18“¿Qué es la Revolución Permanente? (Tesis fundamentales)”, La teoría de la revolución permanente, CEIP “León Trotsky”, Buenos Aires, 2000, pp. 519-521

[19Sobre Mella, hay historiadores que sugieren la posibilidad de que su asesinato (a la edad de 26 años) haya tenido que ver con agentes stalinistas por su probable afiliación a la Oposición de Izquierda (OI), la amistad de Mella con el dirigente obrero Sandalio Junco, fundador de la OI en Cuba, es otro de los elementos al respecto. Sin embargo, son hipótesis sin confirmar. También cabe afirmar que Mariátegui y Mella no vivieron para presenciar el desarrollo pleno de la contrarrevolución stalinista en los años 30’s, lo que posiblemente los hubiese empujado a oponerse a la misma. En 1929, el propio Mariátegui fue atacado por “populista” por las mentes secas, burocratizadas y policíacas de los principales dirigentes de la IC en América Latina






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