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Periódico
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Internacional
Jueves 25 de noviembre de 2010 LECCIONES DE LA LUCHA DE CLASES EN FRANCIA Se abre una nueva etapa por Juan Chingo, desde Paris Las direcciones sindicales dejaron pasar la reforma jubilatoria pese a la enorme resistencia de los trabajadores y de la juventud Durante casi dos meses los trabajadores franceses protagonizaron junto al combativo movimiento estudiantil secundario una imponente movilización social contra el proyecto de reforma jubilatoria del presidente Nicolás Sarkozy. Ocho jornadas masivas de paro y movilización que convocaron millones de manifestantes; huelgas renovables (por tiempo indeterminado) en sectores estratégicos, como los trabajadores de las refinerías y los puertos, además (aunque con menor incidencia por la ley de servicios mínimos) de la huelga de los ferroviarios; innumerables bloqueos de empresas o lugares públicos y depósitos petroleros protagonizados por trabajadores y activistas solidarios y la irrupción de los estudiantes secundarios y una pequeña vanguardia universitaria, conmocionaron el otoño francés. Sin embargo esta enorme lucha, que contó con un amplísimo apoyo popular de más del 70% de la población, no pudo impedir que la Asamblea nacional (Diputados) y el Senado aprobaran la reforma, promulgada por Sarkozy el 09/11. A partir de ahora, los trabajadores podrán acceder a la edad de retiro entre los 62 y 67 años (en vez de 60 y 65). Con esta medida, Sarkozy pretende dar un mensaje a los mercados para que no bajen la calificación de los bonos de la deuda francesa, y a la patronal de que, a pesar de su debilidad, no cederá ante los sindicatos. Pero todo indicaría que, a pesar de haber logrado la aprobación de la ley, enfrentará una dura resistencia en su objetivo de transformarla en el primer paso para avanzar sobre otras conquistas. La estrategia de desgaste de la burocracia Más allá de la dureza que intentó mostrar Sarkozy, el principal factor de la derrota fueron las direcciones reformistas de las centrales sindicales. En ningún momento los dos principales sindicatos, CFDT y CGT, plantearon el retiro de la ley. Se contentaron con reclamar al gobierno una negociación. La CFDT y la CGT, junto con el resto de las organizaciones que conformaron la Intersindical (Solidaires, CFTC-CFE/CGC-UNSA-FSU) y FO tuvieron una estrategia de desgaste con jornadas de acción aisladas, que se espaciaron más casualmente en el momento de mayor radicalización, lo que llevó a un aislamiento de los sectores en huelga y al quiebre de las mismas. Es así que las jornadas masivas de movilización fueron perdiendo fuerza y convocatoria, como mostró la última jornada de movilización del 6/11. El llamado a una nueva manifestación para el 23/11, cuando la ley ya fue promulgada, se inscribe en esta misma estrategia de presión. De esta manera, bloquearon la tendencia a la huelga general que planteaban las huelgas renovables de sectores de trabajadores, y permitieron que Sarkozy, a pesar de su debilidad y de la gran impopularidad de su gobierno, consiguiera aprobar la ley. Las tendencias embrionarias a la autoorganización Además de los bloqueos y las huelgas renovables de sectores clave de trabajadores, como las refinerías, a pesar de que las direcciones sindicales nacionales no convocaban a la huelga, otro elementos que mostró el potencial de lucha fue la tendencia a la auto-organización que surgió, aunque tardíamente, en el curso del proceso. Esta tendencia se expresó en las Interprofesionales cuyas características han variado según la región y las ciudades. En estas Interprofesionales se reunieron, los mejores activistas de los distintos sectores en huelga, en muchos casos con la juventud secundaria y la vanguardia universitaria, para discutir las acciones locales y, buscar lazos de coordinación a nivel zonal e incluso nacional que culminó con la reunión del 6/11 en Tours, con 22 delegaciones de toda Francia. Entre ellas, la más avanzada fue la de la ciudad portuaria de Le Havre, que en los momentos más álgidos llegó a adquirir elementos de una coordinadora de los comités y sectores en huelga, que concurrían mandatados a la Interprofesional, que publicó 17 boletines de huelga hasta el 5/11 y juntó casi 20.000 euros para el fondo de huelga. Aunque estas tendencias fueron embrionarias (si bien más extendidas que en las huelgas de 1995) y no pudieron superar de conjunto la fragmentación de las representaciones sindicales, o presentar una alternativa ante la falsa “unidad sindical” con los que traicionaron la lucha, son una gran experiencia de organización para las futuras luchas. Un proceso profundo A pesar de la derrota sufrida, la votación de la ley difícilmente sea suficiente para cerrar el proceso profundo que esta lucha ha puesto de manifiesto, con la entrada en escena en forma contundente de trabajadores claves del sector privado, a la vez que el protagonismo explosivo de la juventud secundaria, convergencia que asustó al gobierno y a la burguesía e incluso a las direcciones de los sindicatos. Entre los trabajadores de las refinerías, donde las asambleas que votaban la continuidad de la huelga habían sido masivas, el estado de ánimo es de bronca. Como expresa un artículo del diario Le Monde, “Fortalecidos con su nueva solidaridad, los trabajadores no quieren bajar los brazos, a pesar de la vuelta al trabajo” (29/10). Más de conjunto, en el sector privado de pequeñas y grandes La voluntad de la mayoría de los asalariados y de la juventud de decir basta, de no dejar pasar la reforma de las jubilaciones, (primera de una serie de reformas y ataques que implicaría un salto cualitativo en el empeoramiento de sus condiciones de vida), ha cambiado el aire de estos tiempos. Este cambio es profundo y es difícil que se disuelva con el fin de esta etapa en la cual Sarkozy puede mostrar que ha triunfado, ¡pero a qué costo! La extrema izquierda no fue alternativa a la burocracia sindical Frente a semejante movimiento social y a la política de presión y reformista de las direcciones sindicales, la “extrema izquierda” francesa no fue alternativa. Lutte Ouvrière (LO) se opuso a levantar la consigna de la huelga general y durante todo el conflicto tuvo una política completamente seguidista y subordinada a las direcciones sindicales. En la editorial del 8 de noviembre, su dirigente A. Laguiller, sigue planteando que “las centrales sindicales, por sus llamados sucesivos a movilizarse, han permitido que surja el movimiento”. Su balance no es que el resultado se debe a la política de las direcciones reformistas, sino a que esta enorme movilización se desarrolla en el marco de una relación de fuerzas desfavorable para los trabajadores, aunque sí la situación recién empezaría a cambiar de a poco…. Sostienen esto a pesar de la gran impopularidad y debilidad del gobierno de Sarkozy y sobre todo la masividad del movimiento de protesta que acaba de sacudir Francia. En cuanto al Nuevo Partido Anticapitalista, mientras muchos militantes participaron en la primera línea de los bloqueos y la posición oficial fue por el retiro de la ley y la expulsión de Sarkozy, el centro de la orientación no fue el llamado a la huelga general, y en la práctica no hubo una orientación política unificada. Sus voceros, como Olivier Besancenot y Alain Krivine, no hicieron la menor crítica pública a la política de las direcciones sindicales reformistas. Tampoco fue orientación de la dirección impulsar activamente el movimiento de asambleas Interprofesionales, excepto en algunos sectores.
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