Como señalamos en el número
anterior de En Clave Obrera, las
luchas por recomposición salarial
se extienden por todo el país
y por los más diversos sectores de
la clase trabajadora, configurando
un cuadro de luchas bastante
extendido como no se veía desde
hace muchos años, producto de
la gran polarización política y el
inmenso liderazgo de Chávez
entre el conjunto del movimiento
de masas. Una galopante
inflación está en la base de este
fenómeno, junto a la pérdida de
autoridad de Chávez y el ejemplo
del importante triunfo de los
obreros sidoristas.
Pero no solo se lucha por mejores
salarios y beneficios, sino
también contra uno de los pilares
de la ofensiva neoliberal, y que
el gobierno ha dejado intacto,
incluso reproduciéndolo: la
precariedad laboral. La incorporación
a nómina de tercerizados
y contratados se convierte también
en una demanda central de
las distintas luchas, que junto a
las luchas salariales, marcan la
pauta de una clase trabajadora
que sale a pelearse una mayor
porción de la renta nacional y
a conquistar derechos que les
han sido arrebatados en años
anteriores.
Inflación galopante
y cinismo burgués
Es común ver por los medios de
comunicación a los empresarios
quejarse de las «restricciones» a
la producción, de las «dificultades
» para el desarrollo de las inversiones,
de las «pérdidas» que
tienen, etcétera. Una lloradera
que no expresa más que el gran
cinismo capitalista y su profunda
convicción de que la sociedad
–es decir, su sociedad- debe «desarrollarse
» y «progresar» a costas
de la pobreza y las carencias
de quienes todo lo producen: los
trabajadores y trabajadoras. Es
que a pesar del inmenso crecimiento
económico -19 semestres
consecutivos-, los trabajadores y
pobres vienen padeciendo una
fuerte inflación que se come los
salarios y sus pírricos aumentos,
alcanzando hasta julio un 17% en
general, y un 22% en los alimentos,
con posibilidad de llegar a
30% al final de año.
Mientras tanto los empresarios
siguen amasando grandes ganancias
al compás de la política
económica del gobierno, que no
sólo mantiene intacta la explotación
capitalista en el país –aún
cuando sigue haciendo demagogia
con las palabras «revolución»
y «socialismo»-, sino que les
garantiza «incentivos» especiales
para que continúen sus negocios:
exoneración de impuestos,
fondos de financiamiento especial
y constantes aumentos y liberación
de precios, son la receta «antiinflacionaria» del gobierno
de Chávez. Por eso no se queda
atrás el cinismo del presidente,
que además de seguir hablando
de una supuesta revolución,
se da el lujo de decir que hay
que «desestimular el consumo»
para combatir el «consumismo»
propio del capitalismo. Para el
año pasado, a nueve años de
gobierno de Chávez, el 20% más
rico del país se llevaba el 47,7%
de producto interno bruto (PIB),
mientras al 20% más pobre le
correspondía apenas el 5,1%. Así
mismo, según estudios, los sectores
más pobres de la población
gastan en alimentos 45 de cada
100 bolívares. ¿De qué «consumismo
» del pueblo trabajador
habla el presidente?
¡Por recomposición salarial!
¡Contra la precariedad!
Esta es la situación que impulsa
a la lucha a decenas de miles de
asalariados tanto en el sector
público como el privado. Desde
las enfermeras, médicos y demás
trabajadores del sistema público
de salud, hasta los obreros petroleros
de las empresas mixtas con
la CNPC China, pasando por los
trabajadores de las ensambladoras
automotrices como la General
Motors. A partir de la gran lucha de
Sidor, que levantó como demanda
principal la incorporación de los
tercerizados –demanda que el
gobierno y la burocracia sindical
se niegan a cumplir hoy-, se ha
hecho más extendido este reclamo
en las luchas, como en el caso de
los eléctricos (que calculan en 7
mil los tercerizados del sector), de
los petroleros, y de los trabajadores
y trabajadoras del sector público,
que exigen acabar con la figura
de eternos «contratados» con la
que se precariza el trabajo en los
ministerios y sus dependencias,
así como en otras instituciones
estatales, como escuelas, liceos y
centros hospitalarios.
Es muy importante esta demanda,
porque se trata nada más y nada
menos que de dar vuelta atrás
a un mecanismo por excelencia
de las reformas neoliberales. Si
queremos resumir la esencia de
la ofensiva neoliberal en breves
palabras, no fue más que salir de la
crisis capitalista de los 70’s a punta
de ataques al trabajo, es decir, a
los salarios y derechos de los trabajadores,
buscando por esa vía el
«ahorro» que permitiera mantener
los niveles de tasa de ganancia de
los capitalistas. Tuvieron éxito,
apoyándose en fuertes derrotas
de los trabajadores y las traiciones
cotidianas de las burocracias
y partidos reformistas. Levantar
esta demanda hoy, como ocurre
también en varios países de Latinoamérica,
significa una lucha por
reconquistar el terreno perdido,
que da en el corazón de la estrategia
de acumulación capitalista de
los últimos tiempos, y que implica
una disposición de lucha mayor a
la que imperó tras años de derrotas
y triunfalismo neoliberal.