El confinamiento, ya milenario, de la inmensa mayoría de las mujeres las “labores del hogar”, es un tema central en la discusión sobre la opresión de género, dando pie a diversas posiciones. En nuestro país a partir de la Constitución del ’99, se reconoce el trabajo del hogar como “actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social”. A partir de aquí se preguntan entonces algunas, ¿si es así no habría que asignar una remuneración a las amas de casa? El gobierno viene discutiendo la posibilidad de una “asignación económica” (que no salario) a las amas de casa más pobres o incluirlas en el derecho a recibir pensión por el seguro social.
LA “ESCLAVITUD
DOMÉSTICA” Y LA
REPRODUCCIÓN
GRATUITA DE LA
FUERZA DE TRABAJO
El trabajo doméstico no remunerado
que la sociedad burguesa
heredó y mantiene es un
alivio para los capitalistas, de
todas sus grandes ganancias
que son parte de la explotación
de millones de mujeres, hombres
y niños/as, este queda absuelto
de pagar esta parte que
corresponde a la producción de
la fuerza de trabajo. Así mismo,
adherido al patriarcado, se sostiene
que hay tareas “naturales”
de las mujeres; como consecuencia
el capitalismo abrio la
posibilidad para que las mujeres
salieran del ambito privado,
pero las que lo hicieron, en su
mayoría y lo ha hecho para explotarla
doblemente, es decir
condenadoras a la doble jornada
laboral.
Con el enorme desarrollo industrial
y tecnológico en el capitalismo,
estarían dadas la herramientas
para la socialización
de las tareas domesticas Sin
embargo, si esto no sucede es,
precisamente, porque en el trabajo
doméstico no remunerado
permite que ese robo de los capitalistas
quede invisibilizado.
Las tareas del mantenimiento
y reproducción de la fuerza de
trabajo recaen sobre el hombro
de las mujeres y niñas, quedamos
totalmente apartadas a los
privado del hogar.
!ASIGNAR UN SALARIO?
!DIVIDIR POR IGUAL
LAS CARGAS?
Algunas posiciones de feministas
señalan que el desarrollo de
los electrodomésticos en aparatos
pequeños y manuables
reproduce y presupone que el
trabajo doméstico es exclusivamente
femenino otras plantean
que es necesaria la revalorización
de las tareas del “cuidado
de los otros” que realizan en su
mayoría mujeres, exigiendo su
reincorporación en las cuentas
nacionales de los Estados.
Otras posiciones también señalan
que es necesario el reparto
de las labores domésticas entre
los miembros adultos del hogar
o que es necesario reclamar un
salario para el ama de casa pagado
por el Estado, por su aporte
invisible al PIB.
En nuestro país, a partir de la
Constitución del ’99, se reconoce
el trabajo del hogar como
“actividad económica que crea
valor agregado y produce riqueza
y bienestar social”. Es
un paso importante, pero solo
formal, que no busca resolver
los problemas de raíz, que no
es solamente la cuestión del
trabajo doméstico no está remunerado;
no implica la disminución
ni mucho menos la
desaparición del mismo, este
trabajo improductivo para las
mujeres que, en gran parte
puede industrializarse y realizarse
colectivamente.
PARA LIBERARNOS,
"SOCIALIZAR EL
TRABAJO DOMÉSTICO!
Claro que buscar vías para visibilizar
el trabajo domestico
en el centro del debate de la
economía y la sociedad es muy
importante, y si se concretara
algún tipo de remuneración salarial
seria una posibilidad para
contrarrestar en algo la terrible
posición de dependencia económica
(y con esta otras más
que vienen asociadas) de cientos
de miles de mujeres a sus
parejas. Esto sin embargo no
es lo que plantea el gobierno,
sino solo, quizá, una “ayuda”
a las más pobres o el derecho
a la pensión, es decir más que
reconocer realmente derechos
es una especie de caridad estatal
o de la sociedad. Pero aún en
caso de un salario, eso no iría al
fondo del problema: liberar de
un trabajo castrante que impide
el desarrollo de otras capacidades
y funciones sociales, y es
contradictorio por que tendería
a mantener a las mujeres en el
desarrollo de estas actividades
que no pueden compararse con
el trabajo productivo, ya que se
realiza en el aislamiento del hogar,
sin horario, ni vacaciones,
ni mucho menos la posibilidad
de organizarse (económica y
políticamente) junto a al resto
de la clase trabajadora.
¿Cuál es entonces el programa
que levantamos las revolucionarias
y revoluciones frente al
trabajo doméstico?
Las tareas domésticas llevadas
a cabo por las mujeres, de manera
individual y aislada en sus
hogares, deben ser sustituidas,
por un sistema de servicios sociales
garantizados por el Estado:
guarderías, lavanderías y
comedores públicos, hospitales
(abiertos las 24 horas), cines,
teatro, etc. En los cuales trabajen
tanto por hombres como
mujeres; así mismo el reparto
de las horas de trabajo entre las
manos disponibles, con un salario
equivalente a la canasta familiar,
para que puedan trabajar
quienes hoy se desempeñan
como amas de casa, mientras
exigimos un subsidio para todas
las personas desempleadas de
familias trabajadoras y del pueblo
pobre entre la que contamos
a las miles de amas de casa . Enfrentado
así a los capitalistas
que utilizan a las amas de casa
como mano de obra barata contra
las/os trabajadoras/es ocupados
y sus salarios.
Fue así cómo las y los revolucionarios
rusos sentaron comenzaron
a sentar las bases para superar
esta postración milenaria
de las mujeres. Una experiencia
truncada por el retroceso contrarrevolucionario
en la URSS,
pero que dejó una importante
guía y experiencia practica para
afrontar el problema.