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Otros Artículos / Comunicados, volantes y declaraciones

Viernes 6 de julio de 2012

REUNIÓN MERCOSUR Y UNASUR EN MENDOZA

Capitulación ante el golpe derechista en Paraguay

Por Eduardo Molina


En Mendoza, donde se realizaron la reunión del MERCOSUR y la reunión de emergencia de UNASUR, se adoptaron dos resoluciones claves en relación con el golpe “institucional” en Paraguay que destituyó al presidente Lugo el pasado 21 de junio. Se impuso el acuerdo entre Brasil y Argentina, pero UNASUR salió deslucida de la cumbre, sin poder disimular las diferencias entre sus miembros en relación a la crisis paraguaya, aunque poniendo un límite a la intervención de la OEA, detrás de la cual EE.UU. buscaba una línea contemporizadora con el gobierno de Franco.

Suspensión de Paraguay dejando pasar el golpe

Por la primera resolución, se acordó “suspender a Paraguay temporalmente hasta tanto se lleve a cabo el proceso democrático que nuevamente instale la soberanía popular.” CFK declaró que "Estamos planteando que no se instalen los ’golpes suaves’, de movimientos que bajo la pátina de cierta institucionalidad son nada más que un resquebrajamiento del orden constitucional", pero al margen de las sanciones diplomáticas se trata de una capitulación política de los gobiernos “progresistas” ante la derecha paraguaya y sus métodos “destituyentes”. Los objetivos del pacto golpista entre los liberales de Franco y los “colorados” de la oposición, quedan viabilizados: la remoción de Lugo, endurecer la respuesta a las luchas por la tierra y asegurarse el control del aparato estatal para garantizar un recambio político al gusto de los terratenientes y empresarios en las próximas elecciones (abril de 2013).

Con esta tibia posición ante el aposentamiento de Franco, Dillma y CFK demuestran que prefieren ese “mal menor” a los riesgos de una desestabilización mayor en Paraguay o a perjudicar sus propios intereses (los terratenientes “brasiguayos”, energía de Itaipú y Yaciretá, contratos de constructoras brasileñas, comercio, etc.). Un proceso de resistencia combinado con la lucha campesina contra los sojeros y ganaderos, podría terminar alentando los reclamos de los “sin tierra” en Brasil o de los indígenas y pobres rurales en zonas de Argentina. Recordemos que no hace mucho en Formosa, frente a Paraguay, provincia gobernada por el aliado kirchnerista Gildo Insfrán, se reprimió y asesinó al pueblo Qom. Al mismo tiempo, Brasil, secundado por Argentina, quiere prevenir la posibilidad de que el golpe permita a Estados Unidos fortalecer su presencia en Paraguay, donde ya tienen instalaciones de uso aéreo y estrechas relaciones con la policía y el Ejército, o que derive en una alteración del “equilibrio geopolítico” en el Cono Sur desfavorable al “liderazgo brasileño”.

Esto es un importante elemento para mantener la presión diplomática sobre Asunción y el no reconocimiento de Franco. Sin embargo, como ante el golpe de Honduras hace tres años, los gobiernos progresistas demuestran una vez más que son incapaces de enfrentar consecuentemente a la reacción y mucho menos, de impulsar la movilización contra los golpistas.

El ingreso de Venezuela al MERCOSUR

En una medida de “contragolpe” a la derrota política que significó el golpe en Asunción, en Mendoza se decidió aprobar el ingreso de Venezuela al acuerdo. Esto despertó las quejas en sectores de la derecha más proimperialista, pero sin mayor oposición real. Desde 2006 estaba pendiente este ingreso, aprobado ya por los Parlamentos de Brasilia, Buenos Aires y Montevideo, pero bloqueado por el Congreso paraguayo. La suspensión de Paraguay permitió esta rápida jugada impulsada, al parecer por el canciller Timerman con acuerdo brasileño.

Esto significa un éxito político importante para Chávez, en plena campaña electoral venezolana. También implica una ampliación importante del MERCOSUR, considerado el quinto bloque comercial a nivel internacional, pues Venezuela es un importante productor petrolero y fortalece formalmente al bloque en torno a Brasil que ya agrupa un 63% del PBI regional, con un mercado importante y como instancia con algunas posibilidades de regateo en el mercado mundial. Sin embargo, en el marco de la crisis internacional y la desaceleración de las economías de Brasil (que sólo crecería este año un 2,7%) y de Argentina (un 3,5%) está por verse el comportamiento de un acuerdo sometido a fuertes tensiones y disputas comerciales entre los socios y cuáles serán los efectos reales de la incorporación venezolana.

La pregunta de fondo es si el MERCOSUR es el camino de una verdadera integración, es decir, de la unidad económica y política sudamericana, libre y soberana frente a las imposiciones del imperialismo, como lo presentan los nacionalistas y progresistas, y si el ingreso de Venezuela significa un giro nacionalista en su rumbo.

Este bloque se basa en la colaboración de los Estados brasileño y argentino (arrastrando a sus socios menores, Uruguay y Paraguay) para regatear algunas posiciones comerciales sin romper la subordinación al capital extranjero, que es un “socio” clave del bloque como lo muestra de forma elocuente que la única “mercoindustria” articulada a ambos lados de la frontera argentino-brasileña sea la automotriz. Todas las terminales y muchas autopartistas beneficiarias son de capital transnacional, como Fiat, Volkswagen, Ford, Honda, etc. Junto a ellas, juegan en el comercio, las finanzas y las inversiones intra-MERCOSUR un papel importante algunos grandes grupos económicos brasileños y en menor medida, argentinos.

Los mecanismos del MERCOSUR no han impedido que avance la especialización exportadora en commodities y materias primas de Brasil y aún en mayor grado de Argentina, manteniendo y aún ampliando la dependencia de la gran industria, la tecnología y las finanzas de los países imperialistas. La crisis internacional y la desaceleración económica está llevando a los “progresistas” a buscar acuerdos de “libre comercio” (habiendo fracasado las negociaciones con la Unión Europea, ahora se intentaría con China), y abrir aún más las puertas a las transnacionales del agrobusiness como Monsanto o Cargill, mineras como en Argentina, o en el caso del petróleo, a plantear el ingreso de nuevos capitales en Petrobras o buscar socios en Estados Unidos, China o donde sea posible para reemplazar a Repsol en YPF (supuestamente “nacionalizada” según el kirchnerismo). Y además, mientras se paga puntualmente la deuda a los acreedores externos e internos, las políticas económicas de los socios, manteniendo “sintonía fina” con los intereses patronales, descargan el costo de las dificultades económicas y financieras sobre el salario, el empleo, las condiciones de vida del pueblo trabajador.

El ingreso de Venezuela no altera este rumbo, en todo caso, implicará un mayor alineamiento de la economía venezolana con los marcos generales de asociación con las transnacionales que rigen en el MERCOSUR. Explícitamente, el Protocolo de 2006 para el ingreso de Caracas al pacto, plantea entre otros puntos que: “La República Bolivariana de Venezuela adoptará el acervo normativo vigente del MERCOSUR en forma gradual, a más tardar en cuatro años contados desde la fecha...”. También, que “El Grupo de Trabajo creado en el Art. 11 del presente Protocolo definirá las condiciones y los cursos de acción a ser negociados con los terceros países y grupos de países involucrados para la adhesión, por parte de la República Bolivariana de Venezuela, a los instrumentos internacionales y Acuerdos celebrados con los mismos en el marco del Tratado de Asunción”. Y además, con ello queda en un cono de espesa sombra el futuro del ALBA, inspirado por Venezuela con un discurso más nacionalista y que no logró erigirse en alternativa (entre sus miembros están Bolivia, Cuba, Ecuador, etc.).

En suma, dos décadas de experiencia con el MERCOSUR, su subordinación al imperialismo y sus recurrentes crisis son concluyentes. También los evidentes límites de UNASUR como proyecto de "unidad sudamericana" detrás del liderazgo brasileño, incapaz de romper la subordinación a los intereses del imperialismo.

No son estos los caminos para asegurar la soberanía y unidad económica y política de los pueblos del continente. Esta tarea estratégica es impensable sin medidas tales como la efectiva nacionalización del petróleo y los recursos naturales, la ruptura con las transnacionales, el no pago de la deuda externa y otras medidas de fondo que las burguesías nacionales y sus representantes nacionalistas y progresistas son incapaces de tomar. Esa tarea, queda por entero en manos de la clase obrera, los campesinos y el pueblo pobre de nuestros países, que tomando en sus manos la lucha contra la dominación imperialista, la resuelvan construyendo una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina.





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