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Jueves 22 de diciembre de 2011 INTERNACIONAL Egipto: la clase obrera y el proceso revolucionario Por Celeste Murillo A casi un año de las movilizaciones de enero-febrero de 2011 que acabaron con la dictadura de 30 años de Hosni Mubarak, una vez más miles de personas salieron a las calles en Egipto para exigir el fin del gobierno del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (que gobierna el país desde la caída de Mubarak). El desencadenante de esta segunda ola de protestas fue el intento del Ejército de perpetuarse en el poder y garantizarse el derecho a vetar cualquier modificación en la Constitución. A pesar de las masivas protestas, ninguno de los principales partidos que participan del proceso electoral ha cuestionado la política de los militares y así muestran que no son ninguna alternativa para la clase obrera y la juventud. Un proceso revolucionario Egipto vive un proceso revolucionario: las masas con su lucha terminaron con la dictadura, enfrentaron a las fuerzas represivas durante días, causando una crisis política que obligó la caída del dictador Mubarak el 11 de febrero de 2011. Después de esta caída, el Ejército, que se mostraba como “amigo del pueblo” durante las protestas, encabezó una “transición” con la promesa de avanzar hacia una reforma constitucional y elecciones libres. La incipiente experiencia previa, aun bajo condiciones laborales muy malas, hizo que las y los trabajadores egipcios hayan tenido un protagonismo importante antes, durante y después de la caída de Mubarak. En contra de los deseos del Ejército y el imperialismo, esto sólo alimentó la protesta obrera una vez liberada del control policial de la burocracia sindical proMubarak. Una transición de migajas y represión Durante la “transición” el gobierno militar no solamente desoyó las demandas de los trabajadores y la juventud que se habían movilizado sino que impuso nuevas leyes antidemocráticas como la prohibición de las huelgas. Aunque el gobierno militar había prometido derogar el “estado de emergencia” mantuvo vigentes todas las prohibiciones de esa ley represiva vigente desde hace 30 años. Y aunque el gobierno militar debió hacer concesiones (disolución del partido de Mubarak, de la Policía Secreta, legalización de partidos opositores), intenta limitar con leyes y decretos reaccionarios los derechos más elementales. También el viejo régimen sobrevive en los tribunales militares, que siguen en funcionamiento: desde la caída de Mubarak han juzgado a 12.000 jóvenes, obreros y mujeres por participar de huelgas, manifestaciones y por criticar al Ejército, mientras siguen impunes los asesinatos de más de 1.000 personas que murieron a manos de la represión. La participación obrera Luego de la caída de Mubarak, la clase obrera continuó luchando: una oleada de huelgas y ocupaciones que combinaban demandas económicas y políticas, es decir, que iban desde el aumento salarial hasta la lucha contra las privatizaciones y por que se vayan los directores de empresa que habían sido puestos a dedo por Mubarak. También se aceleró el proceso de reorganización de nuevos sindicatos y se liquidó la vieja central sindical burocrática. En empresas como la textil Shebin El-Kom se consiguió la renacionalización; también hubo casos como la Compañía Hilos y Tejidos de Egipto donde el Ejército debió ceder ante la huelga y la ocupación de los trabajadores y echar al director de la empresa (aliado de Mubarak). Por otro lado, los trabajadores del Canal de Suez ya habían mostrado en febrero su poder al amenazar con parar por tiempo indeterminado el funcionamiento del canal por donde pasan diariamente 2 millones de barriles de petróleo y representa una de las principales fuentes de ingreso del país. Estos ejemplos muestran en pequeña escala la gran potencialidad de la acción de los trabajadores como parte de un proceso revolucionario a la vez que se unen a la movilización y la lucha de la juventud y el pueblo en general. Una de las lecciones que dejaron estos meses de movilizaciones en Egipto es que ninguna de las demandas democráticas elementales, que fueron motor del proceso revolucionario, puede alcanzarse en los marcos del capitalismo (ya sea bajo la dirección del Ejército o bajo los partidos que hoy pactan con la Junta Militar). Solamente la clase obrera, tomando en sus manos el conjunto de las demandas de los sectores explotados y oprimidos, puede llevar hasta el final la lucha por sus demandas. Como mostró la caída de Mubarak, el fin de la dictadura significó solamente el comienzo de una lucha más profunda para terminar con la opresión y la explotación. * Artículo tomado del periódico Nuestra Lucha Nº8
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