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Periódico / MUJER

Martes 28 de abril de 2015

A propósito del “III Congreso Venezolano de Mujeres”

¿Emancipación de las mujeres mediante el “apoyo irrestricto a Maduro”?

Por Suhey Ochoa, militante de Barricada!


En marzo se llevó a cabo el denominado “Congreso venezolano de las mujeres”, organizado por el gobierno. Las compañeras de Barricada! no participamos por una cuestión elemental de principios de independencia política y de clase. Sin embargo, un amplio espectro del feminismo nacional, que apoya al gobierno, participó de lleno y avaló el mismo; algunas compañeras que se ubican como críticas, o con las que coincidimos en la demanda del derecho al aborto, consideraron positivo participar porque “se posicionó el tema” (del aborto).

Independencia política

El problema fundamental de este espacio es que, contrario a lo que se pregonaba, no era un espacio de lucha contra el patriarcado y el capitalismo, sino para fortalecer el movimiento de mujeres en apoyo al gobierno nacional, lo que se plasmaba claramente en su documento central donde establecía el “apoyo irrestricto a Maduro”, el compromiso con “el Plan de la Patria” y demás políticas del gobierno. De hecho, no era realmente un congreso “de mujeres” a secas, sino de las mujeres chavistas, es decir, no se trató de un congreso con delegadas electas democráticamente de entre todas las mujeres de los lugares de trabajo, fábricas, universidades, liceos, barrios, etc., sino de un encuentro de quienes de antemano aceptaban, así fuese pasivamente, el apoyo al gobierno y sus políticas. En ese sentido, no era nada democrático: la condición primordial no era ser mujer, ni siquiera ser mujer y luchar o estar organizada, sino declarar apoyo al gobierno.

Para algunas compañeras esto puede no parecer un problema, pues, consideran coherente luchar por la emancipación de la mujer y apoyar al gobierno, porque asumen a este como anticapitalista, feminista, etc. Pero no hay que ser muy incisivo ni radical (políticamente hablando) para darse cuenta que este gobierno es sostén del capitalismo y el patriarcado que padecemos las mujeres.

Por un lado, ¿no es hora ya de dejar de vivir de las proclamas y reconocer que el proyecto chavista no contempla en modo alguno la supresión de la propiedad capitalista ni la superación de la explotación de los trabajadores? Es decir, que no es anticapitalista nada. Por otra parte, la situación de opresión de las mujeres venezolanas (en materia de violencia, de salud sexual y reproductiva, de explotación y doble jornada, de mercantilización, de naturalización de la esclavitud doméstica, etc.) son tan similares, y a veces peores, que en cualquier otro país capitalista y patriarcal de la región, ¿o no? ¿Y acaso en eso no tiene responsabilidad este gobierno, su proyecto y sus políticas?

Para poder desplegar una verdadera lucha a fondo contra esta sociedad de opresión, es elemental mantener la más completa independencia política (y organizativa) frente a los gobiernos que la sostienen y gestionan. Tan sencillo como eso. Sin dejarse engañar por unas que otras medidas progresivas –y otras no tanto.

¿La agenda de las mujeres convertida en políticas públicas?

En ese sentido, a despecho de la ilusión de algunas compañeras sobre que a través de este congreso (y del apoyo al gobierno) se puede lograr que las demandas de las mujeres se conviertan en política pública, la realidad muestra lo contrario. Baste el ejemplo del aborto, un derecho básico de la mujer, por el cual mueren cientos de mujeres al año y tantas otras quedan con secuelas físicas y psicológicas para toda la vida, o por el cual decenas de miles ven truncadas sus vidas para convertirse en madres sin desearlo: en década y media jamás de abordó el tema, al contrario, se ninguneó completamente, aún cuando el gobierno tuvo absoluta mayoría parlamentaria, y nada indica que se vaya a convertir en “política pública”.

Lo que sí puede ocurrir es que el gobierno tome formalmente una que otra demanda y la instrumentalice en función de conseguir base social, apoyo electoral o cooptar al movimiento de mujeres. Que institucionalice así a gran parte del feminismo –como ya lo hecho, claramente–, para que en lugar de estar haciéndose fuerte en los lugares de estudio y trabajo, y en las calles, estén centradas en gestionar alguna política desde el Estado, permitiéndole a este revertirse de “progresista”.

Un problema estratégico

Por otro lado, al jurar lealtad a un gobierno que está administrando la crisis económica descargándola sobre los trabajadores y el pueblo pobre (devaluación, autorización de aumentos de precios, autorización de suspensiones y despidos, persecución y criminalización de los trabajadores y trabajadoras que luchan, aumento del cobro de impuesto al pueblo, mayor endeudamiento del país), están tomando partido por quién es responsable del deterioro de las condiciones de vida de millones de mujeres (como obreras despedidas o parejas de trabajadores despedidos, como trabajadoras con salario devaluado o contrato colectivo sin renovar, madres pobres a las que no le rinde el ingreso familiar), o incluso su persecución (como las que tienen juicio por luchar o están presas, como Leynis Quijada, de SIDOR).

Esto reviste un problema estratégico que todo feminismo que se reivindique revolucionario debe ver: la necesidad de la alianza de la lucha de las mujeres con las luchas de otros sectores contra el sistema de explotación, especialmente con la clase trabajadora. Mientras la clase trabajadora sale a lucha y se enfrente cada vez más a las políticas económicas, laborales y represivas del gobierno, ¿de qué lado va a estar un movimiento de mujeres que apoya “irrestrictamente a Maduro”?





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Mujer
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