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Jueves 17 de julio de 2014

INTERNACIONAL

La cumbre de Fortaleza y las tensiones del “orden internacional”

Por Eduardo Molina


La sexta Cumbre del BRICS se reunió en Fortaleza, Brasil, el 15 y 16 de julio. En torno a la misma hubo varios encuentros entre sus representantes, los gobiernos sudamericanos y empresarios de los distintos países, además de las visitas del presidente chino Xi Jinping a Venezuela, Cuba y Argentina, y del ruso Vladimir Putin, que pasó por La Habana, Managua y Buenos Aires antes de ser recibido por Dilma. Presentamos en esta nota algunos primeros elementos de análisis.

¿Qué son los BRICS?

El grupo, llamado así por las iniciales de sus 5 integrantes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) reúne a países muy diferentes entre sí, si bien comparten la importancia por su tamaño y población -entre los 5 suman un 42% de la población mundial y generan el 21% del movimiento económico global- así como la inserción dependiente -subordinada al capital imperialista-, en la economía mundial. China se destaca como gran “taller del mundo” exportador de productos manufacturados y tiene importantes inversiones en el extranjero. Rusia -que además mantiene una importante capacidad militar- es gran productor de hidrocarburos. Ambos tienen cierto peso en la política internacional y poder de veto como miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. Por otra parte, el vínculo entre Estados Unidos y China, más allá de las contradicciones crecientes, juega un papel importante para el equilibrio capitalista internacional. En cambio, Brasil es básicamente un proveedor de materias primas o bienes poco elaborados, y tiene una relación de rasgos semicoloniales, mucho más subordinada a Estados Unidos y pese a sus pretensiones, es más una potencia regional que un “actor global” de peso.

En las últimas décadas -sobre todo China- aparecieron como polos dinámicos del crecimiento económico y actores políticos de importancia, considerándoselos como grandes “mercados emergentes”. Pero el desarrollo de la crisis capitalista internacional, al mismo tiempo que exacerba las contradicciones y fisuras del sistema económico y político mundial, ha comenzado a poner en entredicho las posibilidades de expansión de los BRICS, al mismo tiempo que aumenta la presión del imperialismo sobre ellos.

Un salto en las fricciones con el imperialismo...

Así, la cumbre de Fortaleza gana importancia porque refleja bien dos elementos centrales de la coyuntura internacional: a) la persistente crisis capitalista, donde a la debilidad de la economía norteamericana y europea se suman la tendencia al estancamiento de los “mercados emergentes” e incluso cierta “desaceleración” china, y el deterioro de las bases del sistema financiero internacional construido tras la segunda guerra mundial sobre la base de la primacía del entonces pujante dólar; y b) el deterioro de la hegemonía del imperialismo norteamericano, lo que empuja a distintos países dependientes a buscar mayores márgenes de autonomía como actores políticos y económicos internacionales o al menos, regionales.

Se ha dicho que esto pone en movimiento a las “placas tectónicas” de la geopolítica mundial. La imagen usual en los libros de geografía de la secundaria alude a las importantes fricciones y realineamientos en las relaciones interestatales, con crisis como la de Ucrania, tensiones como entre China y sus vecinos apoyados por EE.UU., etc.

En este marco, los BRICS, en particular China y Rusia, tienden a acercarse entre sí; se intenta consolidar el BRICS como bloque de presión a pesar de la heterogeneidad de sus miembros, y hay una búsqueda de acuerdos con varios países latinoamericanos, además de Brasil, tanto por razones económicas (intercambio comercial e inversiones), como políticas (sumar alianzas, regatear en mejores condiciones con el imperialismo).

Al servicio de esta estrategia, en la cumbre de Fortaleza se decidió la creación de un Banco y un Fondo para situaciones de crisis, pidieron una vez más cambios en la estructura del Banco Mundial y el FMI y en el Consejo de Seguridad de la ONU, se pronunciaron políticamente por el fin de los bombardeos israelíes a Gaza, de hecho se deslindaron de la posición norteamericana y europea de sanciones a Rusia por la crisis ucraniana, además de apoyar el pedido de Cristina de negociación con los fondos buitres, etc.

¿Presionar para regatear o ruptura con el imperialismo?

Pero nada de esto significa buscar una ruptura. Como dijo Putin: “No consideramos a los BRICS como un competidor geopolítico de los países de Occidente o sus organizaciones”. El Primer Ministro indio, Modi, aclaró que “no tenemos la intención de reemplazar a los bancos multilaterales de desarrollo” y la propia Dilma insistió en que se busca complementar y ampliar las instituciones internacionales y no romper con ellas. En suma, no se trata de desafiar la dominación global norteamericana, sino presionar para lograr mayores espacios en las estructuras de poder y en la toma de decisiones sobre el comercio, las finanzas y la política internacionales.

No tiene mayor asidero la ilusión de los progresistas y “nacional y populares” argentinos y latinoamericanos que creen ver en los acuerdos de Fortaleza el comienzo del “fin del sistema de Bretton Woods” (ver nota de Paula Bach en página 14), y el avance hacia una nueva “arquitectura financiera internacional” más equitativa, así como hacia un nuevo “orden multipolar” que contrapese el dominio norteamericano. Una alianza entre China y Rusia y una Sudamérica unida que aporte sus recursos naturales sería un gran paso en esa dirección, imaginan. Pero si bien tanto China como en menor medida Rusia, brindan algunos créditos e incluso vendieron equipamiento para defensa a gobiernos que Washington hostiliza o no ve con buenos ojos, como Venezuela, es en el marco de sus propios intereses capitalistas. La expansión de los lazos comerciales con China, por ejemplo, hoy principal comprador de materias primas a Brasil, Argentina, etc., y al mismo tiempo, gran competidor en materia de manufacturas, es un importante factor de “reprimarización relativa” de los aparatos productivos locales, cuyos eslabones decisivos siguen en manos de grandes grupos locales y transnacionales imperialistas, lo que deja a América latina en una posición aún más dependiente y subordinada en la economía internacional.

No es apoyando políticamente la alianza entre los BRICS y los gobiernos sudamericanos, convictos “pagadores seriales” de la deuda externa, sojeros y mineros con discurso ambientalista, o “nacionalistas petroleros” a la Vaca Muerta... de la mano de Chevron, como se podrá forjar la unidad latinoamericana. Hace falta otro camino: el de la movilización y el poder de los trabajadores y pueblos oprimidos para romper las cadenas del imperialismo y dejar atrás la miseria y el atraso del capitalismo dependiente.


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