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Comunicados, volantes y declaraciones
Jueves 10 de noviembre de 2011 ELECCIONES EN CENTROAMÉRICA Ortega se reelige con apoyo de los empresarios y la bendición de la Iglesia Por Milton D’León El domingo 6/11 fue día de elecciones presidenciales en Centroamérica. En Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra, candidato por el FSLN, se reelegía con el 64% de los votos, y en Guatemala el general retirado Otto Pérez Molina, del derechista Partido Patriota, lo hacía con el 54,2%, según conteos oficiales en ambos casos. Las elecciones no depararon sorpresas, y eran los resultados que ya todas las encuestas previas habían anunciado como posibles ganadores. Nos detendremos en este artículo en las elecciones nicaragüenses por la particularidad de esta pequeña nación centroamericana, no sin dejar de señalar que en Guatemala, las elecciones en su segunda vuelta, se peleaban dos candidatos de la derecha, siendo que Pérez Molina encabezará su gabinete con sectores rancios de los grupos dominantes incluyendo militares que fueron parte de los servicios de inteligencia en la guerra sucia de este país. En Nicaragua, además de las presidenciales, la población estaba convocada para elegir a los 90 diputados ante la Asamblea Nacional y 20 representantes ante el Parlamento Centroamericano. A Nicaragua le duele la traición de su amanecer... “Nicaragua, tan violentamente dulce” escribía Cortázar allá por la década del ochenta cuando apenas habían pasado pocos años de la revolución nicaragüense que terminara con la dinastía genocida de los Somoza. Pero hoy este pequeño país centroamericano, acostumbrado a ser sacudido por guerras y revoluciones, vive al calor de la reacción política, que tal cual como los terremotos y huracanes que también lo sacuden, vienen dejando cada vez más miseria y opresión en su población. El candidato reelecto Daniel Ortega, lejos de cualquier ideal de comandante guerrillero de los setenta, es una expresión de nuevos sectores económicos y de alianzas con los sectores empresariales, la reaccionaria Iglesia Católica, aplicador de programas económicos neoliberales y que se entiende bien con el Fondo Monetario Internacional, y que incluso ha venido gobernando con viejos integrantes de la Contra nicaragüense. Ortega fue parte de la primera Junta de Reconstrucción Nacional de Nicaragua tras la revolución en 1979, integrada además de los comandantes sandinistas del FSLN por representantes de la burguesía que le venían haciendo oposición a Somoza como los Robelo y Chamorro. Fue elegido coordinador del gobierno interino de la Junta, y en noviembre de 1984, cuando se convocara a elecciones luego de la caída de Somoza, ganó las elecciones ejerciendo la Presidencia hasta 1990. Se volvió a postular por el FSLN, para los comicios de 1990, que perdiera al igual que en 1996 y 2001 a manos de coaliciones de partidos de la derecha, y solo en 2007 volvió al gobierno, tras ganar las elecciones con un 38 por ciento de los votos, considerado el piso histórico del FSLN. Las presentes elecciones nicaragüenses ya venían siendo denunciadas por sus irregularidades aun dentro del esquema burgués eleccionario, siendo la más grande de las denuncias, la formalización irregular de la candidatura de Ortega ya que la Constitución nicaragüense prohíbe la reelección presidencial inmediata, siendo que los magistrados sandinistas de la Corte Suprema de Justicia declararon en octubre de 2009 inaplicable el artículo de la Carta Magna que impedía la reelección continua del presidente y limitaba a dos su número de mandatos. Esto le abrió el paso a Ortega para poder lanzarse nuevamente como candidato, ganando las mismas con bastante margen según los sondeos oficiales. No faltaron en las mismas denuncias de fraude, gansterismo político e incluso hasta quema de boletas luego de los conteos como ocurrió en el territorio de Bluefields, en la costa atlántica de Nicaragua. Ortega como expresión de la llamada burguesía “sandinista” Como resalta el analista Carlos Chamorro (pariente de los tradicionales Chamorro de Nicaragua), con respecto al gobierno de Ortega e integrante del ALBA que, “a diferencia de Chávez y su intervencionismo estatal, Ortega asegura la continuidad de las políticas económicas neoliberales con el aval del Fondo Monetario Internacional, y promueve una alianza con el gran capital…”[1]. Pero esto no es nuevo, pues hay que recordar que cuando el FSLN estuvo en la oposición, bajo el mando de Ortega, aprobó la implementación de un Tratado de Libre Comerció entre Nicaragua y EE.UU., y luego, pactó con el derechista Arnoldo Alemán, que le fue ganando la confianza de sectores del gran capital. Cuando se casara con Rosario Murillo en 2005, en una ceremonia religiosa católica, ésta fue oficiada por el mismísimo hombre que fuera agente abierto de la Contra, el Cardenal Miguel Obando, ahora un estrecho aliado de Ortega. No en vano, Rosario Murillo es la cabeza de la reacción religiosa en Nicaragua, siendo la impulsora de que se eliminara incluso el derecho al aborto terapéutico que existía en el país, y le ha dado el mote a su “proceso” de “socialismo cristiano”. A este mismo obispo lo tuvo a su lado Daniel Ortega en su discurso frente a la juventud sandinista, el día 08/11, cuando evaluaba el resultado electoral, afirmando que “no esperen transformaciones, para qué vamos a cambiar lo que se está haciendo bien… si estamos bien con los empresarios, esa unión entre trabajadores y empresarios, para qué vamos a cambiar todo eso, hay que profundizar lo que estamos haciendo” [2]. De esta manera, al contrario de lo que muchos puedan pensar, el FSLN con Ortega a la cabeza nada tiene de izquierdista, y vemos cómo apoya los tratados económicos con el imperialismo yanqui y cumple la agenda estadounidense. Habla con una retórica antinorteamericana pero en el trabajo cotidiano hay coincidencia con Estados Unidos en áreas de interés recíproco, como es en la llamada “la lucha contra el narcotráfico, terrorismo y migración ilegal” y otros intereses. En determinadas cuestiones sociales, como el aborto, el gobierno de Ortega, secundado por su esposa, Rosario Murillo, actúa en consecuencia a su proximidad a la Iglesia católica y sin atender los reclamos de importantes sectores sociales. Es que Ortega se articula alrededor de la llamada burguesía sandinista ligada al bloque dominante del FSLN, que surge al finalizar la revolución mediante un proceso conocido como la “piñata” así como de las privatizaciones ocurridas bajos los gobiernos posteriores al primer gobierno sandinista. Con las expropiaciones, que tocara no solo los intereses somocistas sino también de las otras familias aliadas, se debilitó y se desplazó al viejo sector de la burguesía tradicional, tendiendo a ocupar su lugar nuevos sectores al calor de los gobiernos sandinistas y posteriores, pero que no terminara de aglutinar a la llamada vieja oligarquía y su sector financiero. De esta manera es que desde el gobierno del FSLN se ha articulado alianzas con el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) y con los grupos financieros más fuertes de Nicaragua, como son el Grupo Lafise, Grupo Pellas y Grupo Banpro, entre otros, que están entusiasmados con la política neoliberal de Ortega. Láminas de zinc o el populismo de la miseria En su último gobierno, Daniel Ortega se ha venido beneficiando de una cooperación económica de Venezuela, que según cifras del Banco Central de Nicaragua ronda los 500 millones de dólares anuales (7% del PIB), y que según denuncias se destinan de forma discrecional a negocios privados. Pero son estos acuerdos también los que le han permitido a Ortega articular una serie de programas sociales que le han ido permitiendo ganar cada vez más espacio electoral, siendo planes que se ejecutan al ritmo del clientelismo político, tal como Plan Techo, Hambre Cero, Usura Cero, Casas para el Pueblo, láminas de zinc para las casas de los más pobres, subsidio al transporte público, etc., además de un bono solidario mensual para los empleados públicos de 33 dólares. Estos planes tuvieron su incidencia en los sectores más humildes, y sobre todo, en el electorado considerado no sandinista. De esta manera el voto en Ortega incidió especialmente entre los jóvenes y los sectores más pobres, en un país donde el grueso de la población ronda los 25 años. Según sondeos con estos subsidios se ha permitido una leve reducción de la extrema pobreza que ha tendido a alimentar las ilusiones políticas en el orteguismo, aumentando la base social electoral histórica del FSLN. Pero hay que recalcar que esta supuesta reducción de la extrema pobreza no se sustenta en la creación de empleo o en algún crecimiento económico que tienda a una mejor distribución de la renta, se trata nada más de subsidios basado en un populismo de la miseria, siendo Nicaragua el segundo país más pobre de América Latina. Pero estas políticas le han venido permitiendo a Ortega recuperar terreno electoral, no sólo para las presidenciales sino también para obtener la mayoría en el congreso unicameral de Nicaragua, pudiendo haber obtenido 60 de los 90 escaños que componen la Asamblea Nacional en estas elecciones, además de un sector importante de los candidatos al Parlamento Centroamericano (Parlacen), una institución un tanto decorativa, lo que le permitirá ejercer un gobierno con más tranquilidad con el control en los distintos poderes del Estado. La derecha en su viejo liberalismo y la pezuña norteamericana El viejo liberalismo nicaragüense se presentó dividido en estas elecciones, como expresión de la crisis de los partidos de la derecha histórica o de las nuevas configuraciones, postulando candidatos en tres coaliciones importantes. El primero, aglutinado alrededor de la alianza del Partido Liberal Independiente (PLI), compuesto por el Movimiento Vamos con Eduardo (MVCE), el Movimiento Renovador Sandinista (MRS - escisión abiertamente socialdemócrata del FSLN-) y ex contras de la Resistencia Nicaragüense (RN), que levantaron la candidatura del empresario radial Fabio Gadea Mantilla. En segundo lugar, pero con bastante debilidad, se presentó el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), que aliado al Partido Conservador de Nicaragua, llevaba como candidato al otrora presidente Arnoldo Alemán, que en la trastienda se le acusa de haber sido un colaborador del actual gobierno de Daniel Ortega. En tercer lugar, estuvo también la Alianza Liberal Nicaragüense (ALN), llevando como candidato al actual diputado Enrique Quiñonez. Por último se presentó el Partido Alianza por la República (APRE), que se articuló en el período presidencial de Enrique Bolaños durante el primer quinquenio del 2000, y que tenía como candidato a Roger Guevara Mena. Todo este sector tenía el respaldo abierto de Estados Unidos. Por eso, luego del resultado electoral, como también lo venía haciendo antes, no faltó el cinismo de la injerencia yanqui, cuando la congresista republicana, de origen cubano, Ileana Ros-Lehtinen, quien es jefa de la comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, llamara al gobierno estadounidense a no reconocer los resultados, que dieron un nuevo mandato a Ortega. En un sentido parecido se expresó Victoria Nuland, portavoz del Departamento de Estado, en su rueda de prensa diaria, esta vez expresando la posición del propio gobierno de Obama. Además de expresar sus intereses, se hacían eco también de los candidatos de la oposición, esta vez en la voz del derrotado candidato Fabio Gadea, empresario, que obtuvo el 30,96 por ciento, de la alianza opositora Partido Liberal Independiente (PLI), que ha llamado a desconocer las resultados electorales. La derecha nicaragüense argumentó que se presentó a las elecciones “a pesar de las irregularidades” pero “bajo protesta” porque “en el peor de los casos, se habría reeditado algo similar a lo ocurrido en Venezuela en 2005, cuando al retirarse la oposición, Chávez obtuvo el 100% del control del Congreso” [3], según sus voceros. Pero de igual manera, si de hacer comparaciones se trata, la oposición en Nicaragua se encuentra bastante desarticulada, y no hace más que ofrecer un recetario tan o peor al que ofrece Ortega en el plano económico, es decir, más neoliberalismo, solo que reforzado con un discurso abiertamente proyanki y de alianza más estrecha con Estados Unidos. Frente a la nueva situación es necesario luchar por una perspectiva independiente y de clase Ortega continuará gobernando en unidad con sectores burgueses, ex Contras y con la bendición de la reaccionaria Iglesia Católica, articulándose como un gobierno cada vez más bonapartista, que a partir de las recientes elecciones tendrá también el control del Parlamento. Este ha sido su norte en su anterior gobierno, y acaba de ratificar que se mantendrá en su línea “que le ha dado resultado” según su discurso reciente ante la juventud sandinista antes mencionado. En este mismo discurso se vanagloriaba de “qué bueno que los trabajadores entienden que no pueden pretender tener grandes aumentos salariales pues en el país no da para eso”, pero sí cómo los empresarios entienden de lo bueno de su gobierno a quienes no les puede imponer siquiera una simple reforma fiscal para que paguen más impuestos por su estrecha relación. Es por esto que a los trabajadores, campesinos y sectores populares, solo les esperan más ataques antiobreros con la nueva gestión del gobierno de Ortega, más allá de las migajas que les ha ofrecido con los planes sociales que en verdad no pasan de limosnas, así como más recortes en derechos elementales tan demandados por la población, sobre todo en la cuestión como el derecho aborto por lo que las mujeres nicaragüenses se organizan cada vez más. El FSLN no representa los intereses de los trabajadores, los campesinos y los pobres como algunos aún en América Latina creen, pues aún se utiliza de la vieja ínfula de haber dirigido la revolución de 1979. Avanzar hacia una lucha independiente y de clase es la única salida que les resta a los trabajadores, campesinos y población pobre. Pero en Nicaragua, los explotados y oprimidos tienen tradición de lucha y organización: fueron los que aniquilaron mediante una revolución a una de las dictaduras más sanguinarias de América Latina, la de los Somoza, a través de guerra civil, huelgas generales indefinidas, movilización generalizada e insurrecciones de masas, donde lo mejor de su juventud obrera, campesina y de las clases medias bajas, dio su vida por un futuro mejor. El FSLN solamente se apropió de este triunfo de masas para encauzarlo a acuerdos con sectores burgueses y de colaboración de clases, constituyendo una de las traiciones del proceso revolucionario nicaragüense. Retomar esta experiencia, pero sabiendo sacar las lecciones del pasado, es una tarea indispensable hoy en Nicaragua para los trabajadores y campesinos así como para el conjunto de los explotados y oprimidos del país en lucha por sacarse de encima la opresión del capital y del imperialismo. Notas [1] Las sombras de la reelección, Carlos F. Chamorro, 2/11/2011 [2] Transmisión en vivo desde Nicaragua y retransmitido por Telesur, 08/11/2011 [3] Las sombras de la reelección, Carlos F. Chamorro, 2/11/2011
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