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Otros Artículos / Comunicados, volantes y declaraciones

Jueves 12 de agosto de 2010

ACUERDO COLOMBIA VENEZUELA

¿Qué negociaron Chávez y Santos?

Por Milton D’León


El acuerdo de Santa Marta entre Chávez y Santos no fue sorpresa para nadie. Antes de asumir el presidente colombiano ya estaba cerrada en sus grandes trazos la negociación, y no en vano, Nicolás Maduro, canciller venezolano, estaba presente en la asunción del nuevo mandatario. Con la mediación de Kirchner (como presidente de la UNASUR) y Lula se negoció no sólo el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales, sino cuestiones de fondo relacionadas con los intereses norteamericanos en la región. En la llamada Declaración de Principios queda claro que, con el reinicio de las relaciones diplomáticas, Chávez termina aceptando la presencia de las bases norteamericanas, al mismo tiempo que insta a la guerrilla a deponer las armas.

La reunión de Santa Marta ya estaba previamente establecida, solamente se seguía el guion definido en la búsqueda del acuerdo en el que los mediadores Kirchner y Lula no tuvieron que hacer muchos esfuerzos para entretejer un acuerdo que ya se prefiguraba. El movimiento lo había dado Chávez, cuando dijo sobre las FARC: “esa guerrilla debería manifestarse por la paz, pero con demostraciones contundentes, como por ejemplo que liberen a todos los secuestrados”, al unísono con el propio Santos: “el diálogo no está cerrado, pero siempre y cuando la guerrilla baje las armas".

Así se llega a Santa Marta, el mismo lugar que hace 8 años se encontraron el entonces recién asumido presidente Álvaro Uribe con Chávez, donde se acordó crear 5 comisiones de trabajo, que contemplan: el pago de deuda de Venezuela a empresarios colombianos por intercambio comercial, un acuerdo de complementación económica entre ambos países, un plan para desarrollar la inversión social en la zona fronteriza para el desarrollo conjunto de infraestructuras y por último, una vinculada a la cuestión de la “seguridad”. Este último punto incluiría la firma de un “Mecanismo de Cooperación” para “diseñar una estrategia conjunta que aborde las problemáticas de frontera en materia social, económica y de seguridad, que entre otros fines, busque prevenir la presencia o acción de grupos alzados al margen de la ley”, con patrullajes conjuntos, entre otras medidas. Todo este proceso estará supervisado por Unasur, a cuyo frente, como secretario general está el ex presidente argentino Néstor Kirchner.

El restablecimiento de las relaciones comerciales no es para menos sino que constituía una de las exigencias del gran empresariado colombiano a Santos. Es que desde que Chávez anunciara en julio del 2009 suspender las relaciones comerciales, las exportaciones de Colombia a Venezuela cayeron un 73,7% y se calcula en 2,5 millones de dólares diarios las pérdidas por el cese del intercambio comercial. Un total de 4.616 millones de dólares era la cifra alcanzada por las importaciones y las exportaciones entre los dos países en 2009, llegando a 1.850 millones de dólares el cierre de la balanza comercial entre Venezuela y Colombia para el año 2010. Hay mucho en juego para un país donde Venezuela, luego de Estados Unidos, constituye su segundo principal socio comercial. En lo inmediato, la reunión de Santa Marta acordó como “muestra de buena voluntad”, discutir el pago de una deuda de 800 millones de dólares, que los empresarios colombianos le reclaman a Chávez.

Por fuera del restablecimiento de las relaciones comerciales, los puntos más candentes los constituían la cuestión de las bases norteamericanas en Colombia y las denuncias de apoyo a la guerrilla por parte de Chávez, que presentó Uribe ante la OEA. Las relaciones entre ambos países, que ya se venían tensionando desde 2009 por el acuerdo firmado entre Colombia y EE.UU. para la instalación de nuevas bases militares norteamericanas, terminaron en ruptura el pasado 22/7 por la acusación de Uribe de la supuesta presencia de las FARC en territorio venezolano.

“No apoyamos a la guerrilla”

En estos dos aspectos, el diálogo de Santa Marta no sólo favoreció a Colombia sino al propio imperialismo norteamericano. En cuanto a la supuesta relación con las FARC, Chávez se encargó de aclarar: “yo lo ratifico y no hace falta que lo repita, un millón de veces. El gobierno de Venezuela ni permite la presencia de la guerrilla, ni de grupos paramilitares en su territorio”; y afirmó: “Nosotros no apoyamos a la guerrilla, convénzanse los que tengan duda”. Por eso Santos, no le bastó más que declarar: “Chávez lo ha dicho de todas las formas, él no va a permitir la presencia de grupos al margen de la ley en su territorio”.

¿Y las bases norteamericanas?

Sobre la injerencia norteamericana y sus bases militares no se dijo prácticamente nada, o, mejor dicho, un silencio que en los hechos no es otra cosa que la aceptación de estas bases bajo la falsa promesa de la no injerencia en territorio venezolano. Por eso no fueron casuales las sonrisas en el Departamento de Estado, demostradas en las declaraciones del portavoz Philip Crowley, que“celebró el acercamiento entre ambos gobiernos”. Frente a la pregunta de los periodistas sobre la presencia norteamericana, Chávez se limitó a decir: “Colombia es un país soberano que puede ratificar convenios. Lo único (que pedimos) es que esos convenios no afecten la soberanía del vecino”. Una afirmación que –como mínimo- parece ilusoria, teniendo cuenta que Colombia y el imperialismo norteamericano demostraron que no les tiembla el pulso a la hora de violar la “soberanía de sus vecinos”, como lo hicieron con los bombardeos sobre los campamentos de las FARC en suelo ecuatoriano en 2008. Mientras tanto, Santos afirmaba: “la respuesta es que nosotros decidimos voltear la página y mirar hacia el futuro. Por eso, cualquier situación del pasado no la vamos a utilizar para destruir nuestra relación”.

Como vemos, en el acuerdo firmado entre Colombia y Venezuela, no estuvo en juego sólo el restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales sino más bien intereses regionales de gran magnitud. Con el acuerdo, se estableció y reconoció la “legitimidad” de las bases norteamericanas en Colombia, no sólo de parte de Venezuela sino también de la Unasur de conjunto, pero sobre todo de Brasil y Argentina, que también habían protestado por la instalación de las mismas el año pasado. La decisión de Chávez de dejar en un segundo plano la cuestión de las bases, y el disciplinamiento de Lula y Kichrner de aceptar la convivencia con la constante, y creciente, presencia militar norteamericana en la región, abre todo un cuadro más a la derecha a nivel continental. Esto deja las puertas abiertas para reconocer incluso al gobierno hondureño surgido del golpe, así como los acuerdos de otros gobiernos, como el de Costa Rica, para permitir una mayor presencia militar en su país, y la normalización de la ocupación de Haití por el propio imperialismo yanqui. El “progresismo” continental termina, de esta manera, mostrando todos sus límites y su disciplinamiento: no sólo de Chávez, sino del “progresismo” del gobierno argentino, que tras el rasero de Lula, actuó como cabecera de playa para que Chávez terminara aceptando la nueva convivencia, y acorde a los intereses norteamericanos.

Es necesario redoblar la lucha por la expulsión de las tropas norteamericanas y la movilización independiente

Como hemos afirmado, una de las primeras medidas por las cuales hay que salir a luchar es la expulsión de las bases yanquis de Colombia y del resto de América Latina. Una lucha que apunte contra el enemigo común: el imperialismo y el capital extranjero, que saquea los recursos naturales y la riqueza y expolia nuestros países, y sus agentes locales, las burguesías, banqueros y terratenientes. Hemos visto cómo el “progresismo” continental, incluido Chávez, termina disciplinándose. La política de estos gobiernos, así como la política nacionalista del propio Chávez son un obstáculo para lograr la unidad de los trabajadores, por lo que hace falta un programa y una política antiimperialista consecuente: sólo la clase obrera puede encabezar la pelea por unir a los oprimidos y explotados en la lucha continental contra el imperialismo. En este sentido, es fundamental que las masas obreras del continente confíen en sus propias fuerzas para lograr la derrota del imperialismo y las burguesías locales y avanzar hacia la liberación nacional, que solo será posible a través de la lucha de los trabajadores y campesinos pobres por imponer su propio gobierno.





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