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Jueves 2 de abril de 2009

QUIEN PAGA EL COSTO DE LA CRISIS

Tensiones internacionales rodean la Cumbre del G-20

Por Juan Chingo


Luego de haber insistido, junto con Inglaterra y Japón y algunos países semicoloniales como Argentina, en que debería haber paquetes de estímulo globales para relanzar el crecimiento de la economía mundial y la queja que frente al esfuerzo norteamericano, la Unión Europea -en particular su principal economía y motor, Alemania (cuyo PBI según el Commerzbank puede caer en 2009 cerca del 7 %)- no estaba a la altura de la situación, EE.UU. finalmente ha cedido al NO alemán y francés y nadie prevé que salga de la cumbre un llamado de este tipo. Es que los norteamericanos se oponen a que una economía altamente exportadora como Alemania se aproveche de la demanda creada por el estímulo de EE.UU. y Gran Bretaña sobre sus economías para incrementar sus exportaciones. En otras palabras, Alemania y Francia obtendrían los beneficios de esta medida sin pagar la cuenta, alentando su crecimiento mientras EE.UU. sigue incrementado su astronómica deuda. Por el contrario, la canciller alemana Angela Merkel rechaza la idea de EE.UU. de que su país necesita fortalecer su demanda interna para contribuir a reequilibrar una economía mundial asimétrica.

Pero esta no es la única fuente de tensión económica entre EE.UU. y la UE, en especial Alemania que da cuenta del 50% del PBI mundial. Quién paga el rescate de la crisis de la deuda en Europa Central y del Este, donde los bancos austríacos, suecos e italianos son los más afectados, es otro de los puntos en discordia. EE.UU. lo ve como un problema europeo, ya que sus bancos representan un porcentaje mínimo del boom crediticio de los últimos años en los países llamados emergentes, en especial Europa central y oriental. En este marco, Alemania -cuyos bancos no son los más expuestos- ha bloqueado recientemente un plan de rescate europeo (que fue visto como una nueva cortina de hierro para países como Hungría y explican en parte de la caída anunciada de su primer ministro), plantea que los países de Europa central y oriental deben tratar con el FMI, cuya función es socorrer a países de segundo orden, o semicoloniales en términos marxistas. Es para esto que fue creado el FMI, dicen los alemanes, aunque EE.UU. lo ve como una maniobra para asegurarse dinero norteamericano -y de Japón y China- para solucionar un problema europeo.

Agreguemos a esto el rescate de Opel, automotriz alemana propiedad de General Motors, que Alemania quiere que EE.UU. rescate mientras éste mira para otro lado. Tomado de conjunto, vemos que mientras EE.UU. y la UE (en particular Alemania) tienen un interés común en salir de la crisis, no concuerdan en el cómo o, dicho de otra manera, tienen diferentes enfoques frente al problema. Es que debido al tamaño de su economía sólo un reequilibrio de la economía mundial podría permitir a EE.UU. salir de su tendencia a la depresión mediante un fuerte impulso a las exportaciones. Sobre este punto, la devaluación del dólar -medida eficaz de EE.UU. para salir de otras recesiones como en los ’80- es insuficiente si no está acompañada de un relanzamiento de la economía mundial, esto es, del mercado interno de los países con superávit de cuenta corriente como Alemania o China. Por el contrario, una recuperación norteamericana permitiría el relanzamiento de una potencia exportadora como Alemania, cuyo PBI es varias veces menor que el norteamericano. Por eso Alemania no ve ninguna ganancia en cambiar de orientación y agregar riesgos a su difícil situación interna. Lo nuevo, a diferencia de las crisis pasadas, cuando las potencias europeas -centralmente Alemania- se debían amoldar a los deseos de Washington, esta vez han sido capaces de decir NO. Alemania ha puesto todo el énfasis en la regulación del sistema financiero internacional, cuyo epicentro es EE.UU., ligado a la City de Londres.

Dicho de otra manera, lejos de los deseos de EE.UU. que Alemania juegue un rol central en tratar de acolchonar la crisis, ésta quiere utilizarla para intentar extender su propio sistema financiero a escala mayor sobre toda Europa. Esto es lo que puede verse en su intento de forzar una posición común de la UE sobre la regulación financiera, de un carácter más conservador y más a tono con las características históricas de la banca alemana ligada por uno y mil lazos a la industria1, a la vez que busca avanzar en Europa.

En conclusión, como adelantábamos en la última revista Estrategia Internacional, la incógnita, en última instancia, será si la crisis con epicentro en EE.UU. arrastrará a todos sus competidores, o si algunos serán capaces de sobrellevar el terrible ajuste que afectará la economía mundial. Aunque por ahora prima en forma extrema la anarquía inherente del modo de producción capitalista y el “sálvese quien pueda” que agrava el colapso, la reestructuración capitalista que eventualmente podrá emerger de la crisis, sólo tendrá lugar en torno a los capitales y Estados que hayan salido más sólidos de la debacle.

El peligro del primer viaje a Europa de Obama

Con el terreno económico cerrado para presionar, la próxima Cumbre de la OTAN que se celebrará a días del G20 será probablemente -como especulan algunos analistas- donde Obama pida algo a cambio a las potencias imperialistas europeas. Pero la respuesta que está dispuesta a dar la UE puede ser decepcionante para las expectativas norteamericanas. Como dice Gideon Rachmam en el Financial Times: “Si miramos la verdadera esencia de lo que ha hecho la adminstración Obama, vemos que se ha encargado de avanzar significativamente en cuatro temas que venían entorpeciendo las relaciones entre EE.UU. y la UE durante los años de Bush: el cambio climático, Guantánamo, Irak e Irán. Los campos de prisioneros en la Bahía de Guantánamo van a cerrarse. Obama ha nombrado a funcionarios como Steven Chu, el nuevo secretario de Energía, un apasionado por resolver el tema del calentamiento global. Ha anunciado un cronograma para retirarse de Irak. También ha lanzado una iniciativa diplomática con Irán. Naturalmente, la administración Obama quiere algo a cambio de parte de los europeos. Hace algunos meses los estadounidenses esperaban que sus aliados enviaran más tropas a Afganistán y abandonaran algunas de las conocidas “salvedades” que restringen lo que las tropas alemanas en particular pueden hacer. Esa esperanza se ha mostrado en buena parte en vano. Puede que los británicos envíen un par de miles más de soldados. Los polacos y los italianos también podrían intervenir. Pero cualquier nueva contribución europea sería débil comparada con los 21.000 soldados extra que EE.UU. está asignando. En lugar de confrontar con los europeos en el tema de las tropas, la administración Obama ha decidido tratar de encontrar otras áreas en las cuales Europa podría contribuir. Una lista de esas acciones aparecerá en la Cumbre de la OTAN; más dinero, más europeos para entrenar a la policía y el ejército afganos. Pero aunque la lista sea larga, no será nada impresionante. No será nada frente a la decisión de Japón de pagar el total de los salarios de la policía afgana durante los próximos seis meses” (FT, 30/3).

Este rechazo europeo puede abrir una crisis en el nuevo “enfoque multiraleralista” de la administración que ha transformado en una prioridad la mayor consulta con los aliados, pero como zanahoria para obtener un mayor compromiso de éstos. Si no lo logra, las tendencias al unilateralismo e incluso al aislamiento por la gravedad de la crisis interna pueden reforzarse a la vez que se buscan nuevos aliados. Tengamos en cuenta que el último destino de Obama luego de la Cumbre con los 27 países de la UE en Praga es Turquía, en el patio trasero de la UE. Cualquiera de estos movimientos geopolíticos pueden trastocar aún más las tensas relaciones internacionales, como muestra el creciente alineamiento entre Alemania y Rusia (donde el primero depende cada vez más del gas del segundo) que ha abierto una nueva amenaza, en el marco de su hundimiento económico, para todos los países Europa Central y del Este que puede desestabilizarlos ( y volverse a la vez inesperadamente contra la UE).

La pérdida de influencia de EE.UU.: la amenaza al dólar

Ambos acontecimientos demuestran que a pesar de la renovación presidencial que ha significado Obama, EE.UU. no recupera el timón como se prevía frente a la anterior reunión del G20 en el marco de la crisis terminal de la presidencia Bush y las expectativas de la burguesía mundial en el nuevo presidente. Este ya es el primer resultado nuevo y significativo de la Cumbre antes de que la misma se realice.

Lo mismo se constata con el hecho de la proposición china de crear una “moneda de reserva global” -que lejos está de anticipar un desafío contrahegemónico a EE.UU. por parte de éste país como algunos sueñan- sea escuchada y debatida, y que encuentra a EE.UU. a la defensiva, como mostraron las oscilaciones sobre el tema de su secretario del Tesoro -cuestión que hizo caer fuertemente al billete verde-. La realidad de la posición del dólar como moneda de reserva mundial persiste, a pesar de que la crisis de hegemonía política y militar de EE.UU. ha pegado un enorme salto, como lo demuestra su pérdida de influencia en asuntos clave en el terreno económico y geopolítico y el estado de coma de su sistema financiero. Esta situación no puede durar otro ciclo histórico, más de 60 años de hegemonía absoluta de EE.UU. pueden ser puestos en cuestión. Lo que está claro es que el nuevo acuerdo no será negociado en “forma amigable” en ninguna Cumbre (el famoso y utópico nuevo “Bretton Woods” del primer ministro británico Gordon Brown), sino en la creciente disputa entre las grandes potencias a nivel internacional.

Notas

1 Este el significado de las propuestas de someter a nuevas reglas a todo lo que implique una oleada de financiación fácil “a lo subprime” o los circuitos de dinero caliente que estimulan los hedge funds.





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