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Periódico / Universidad

Sábado 29 de noviembre de 2008

Elementos para un balance de la lucha

UCV: TRAS LA VICTORIA EN EL REFERÉNDUM EN SOCIOLOGÍA

por Ángel Arias


El hastío con un sistema de gobierno, de gestión y de “búsqueda del conocimiento” completamente antidemocrático y excluyente, se expresó con mucha fuerza entre el estudiantado, los trabajadores y muchos profesores la escuela, dando inicio a un importante proceso de lucha por una radical transformación democrática de la escuela (y la universidad). Sin embargo, ante la esperable oposición del decanato y la derecha profesoral a reconocer los resultados del referéndum, se ha entrado en una suerte de “punto muerto”. ¿Por qué?, es lo que queremos discutir en esta breve nota.

Un movimiento contra la exclusión y por más democracia

Ante la decisión de renuncia anticipada de la entonces directora, el Consejo de Escuela decidía el 15 de septiembre dar paso a la consulta para la elección del nuevo director/a bajo los mismos parámetros antidemocráticos actuales: una consulta no vinculante, donde solo el 30% del profesorado (escalafones altos), que son a su vez poco menos del 3% del total de la comunidad de la escuela, podía postularse y solo ellos tenían el poder de voto real para decidir la elección. También decidió ese consejo que no había nada que discutir con la comunidad de la escuela. Fue el inicio de un proceso de agitación, movilización y asambleas, que condujo a la realización de varios Consejos de Escuelas abiertos (el Consejo ordinario más toda la comunidad que asista) para decidir sobre el asunto. Poco más de un mes de lucha, venciendo las dilaciones y maniobras de la dirección de la escuela, llevaron al referéndum del 22 de octubre, con participación igualitaria de todos los miembros de la comunidad (estudiantes, profesores/as y trabajadores/as).

Con un histórico 60% de participación, se aprobaron con amplia mayoría las tres (3) preguntas en consulta. El “Sí” obtuvo en promedio 65% de aprobación. La elección del director o directora mediante el voto universal (1 persona = 1 voto) de todos los miembros de la comunidad, sin proporción ni diferenciación: 70%. El derecho de los/as profesores/as instructores/as a postularse también para la dirección de la escuela: 62%. El carácter vinculante (de obligatorio cumplimiento) de las decisiones de los Consejos de Escuela Ampliados (con participación de toda la comunidad): 63%.

La derecha cierra filas para escamotear la voluntad popular de la escuela

Tras salir “con las tablas en la cabeza” al no lograr impedir la realización del referéndum, la rancia derecha de la escuela y de la facultad no perdió tiempo en maniobrar para imponer su voluntad a como de lugar. Un flagrante desconocimiento de los resultados del referéndum es lo que ha seguido, aunque travestido de un “no pronunciamiento”, pero acompañado del nombramiento por la decana Sary Levi, de un nuevo director hasta nuevo aviso, el prof. Jorge Peña, como parte de una jugada acordada con el actual secretario de la universidad, Amalio Belmonte. No es difícil sacar la cuenta de la razón política que está detrás de todo esto, se trata de un alineamiento de representantes de los sectores más conservadores y de derecha de la universidad.

Boicots a los Consejos de Escuela y argumentos dilatorios para no reconocer los resultados, han sido las armas de la derecha profesoral en acuerdo con la decana. Es parte de una estrategia de desgaste para evitar una consulta que, en medio del clima político generado en la escuela, los lleve a perder la dirección, pero sobre todo, y es lo más importante, para evitar tener que hacer la consulta bajo los parámetros votados por la comunidad, porque implicaría un reconocimiento de hecho de este importante avance.

Un bajón en la movilización que lleva a un “punto muerto”

Lo lamentable es que hasta los momentos las maniobras de la derecha profesoral no han podido ser superadas por una contundente movilización que imponga el respeto a lo votado en el referéndum. Ha habido ciertamente un desgaste y los boicots que previos al referéndum fueron desactivados y superados por la movilización, hoy sí hacen efecto, pues ya no existe la misma fuerza de movilización estudiantil.

Como lo dijimos con suficiente tiempo de antelación, a medida que avanzara el fin de año y del semestre, la presión académica hacia los y las estudiantes se convertiría en un importante elemento desmovilizador. En las últimas acciones, a pesar de que unas 150 firmas se expresaron exigiendo respeto al referéndum, no hemos podido superar el número de 60 personas, con lo cual no es posible obligar al Consejo a respetar la victoria del 22 de octubre.

El papel de las/os docentes

Sin embargo, la cuestión no se agota en la capacidad de movilización estudiantil, el cuadro nos quedaría incompleto si no se toma en cuenta el sector docente. Esta movimiento ha tenido un sello particular, como lo ha sido la incorporación de un importante sector de docentes a la lucha por las conquistas democráticas. Aunque es obvio que al principio la preocupación de las/os docentes instructoras/es –el menor escalafón de la jerarquía profesoral– era solamente su derecho a postularse para la dirección, rápidamente al incorporarse el movimiento estudiantil, se amplió más el espectro de la demandas y fue asumido también por el grueso de los docentes el reclamo del voto universal.

Este es un hecho de mucha relevancia, en tanto hace bastante tiempo (hablamos de varios años) que no se veía un sector profesoral que acompañara estas demandas democráticas, pues tanto los que militan en la oposición burguesa como los del chavismo, se habían venido mostrando en una casi perfecta unidad alrededor de la defensa de los privilegios de las casta profesoral que gobierna la universidad. Condiciones que no da el espacio acá para explicar, permitieron esta “rebelión del bajo clero” docente en Sociología.

Sin embargo, al tratarse de hacer frente a las maniobras del decanato y la derecha de la escuela, se cristalizaron las diferencias de “estrategias” para encarar la lucha. La fortaleza de la primera parte de la lucha hasta llegar al referéndum, que fue esa unidad docente-estudiantil, no existió luego. Pero no se trató de desgaste o descuido, sino que hacía falta jugársela más allá, con medidas de lucha contundentes que pudieran pararle la mano a la decana, y que además pudieran alentar al estudiantado a mantener el ánimo combativo, ya en cierta declinación tras dos meses de intensa movilización –que incluyeron no solo la lucha para el referéndum, sino también las elecciones estudiantiles– y con la cercanía del fin de semestre encima. La opción de la mayoría docente no era avanzar en ese sentido. Estamos hablando de una paralización de actividades, de una huelga docente hasta tanto se reconocieran oficialmente la voluntad de la escuela, lo que incluso hubiese permitido ensayar una paralización de los empleados y los propios estudiantes.

Ante la ausencia de una gran movilización estudiantil que por si sola parara la escuela –cosa que es ya mucho pedir, pues venimos de un fuerte retroceso de muchos años en el movimiento estudiantil combativo–, era central el papel que podía cumplir una medida docente de este tipo.

Los compañeros de Contracorriente planteamos y dimos pelea por esta salida para no dejar decaer la lucha, en nuestros volantes llamamos a los docentes a dar “un paso al frente en la movilización y las acciones contundentes que hacen falta para hacer valer la voluntad popular de la escuela”, a “movilizarse y organizarse junto a nosotros, desplegando los métodos de lucha que mejor sirvan para vencer la obstinada resistencia de quienes defienden la antidemocracia”, así como también en las distintas discusiones generales y particulares que se hicieron al respecto.

Sin embargo, no más de lo que son los dedos de una mano fueron los docentes que estuvieron de acuerdo con esta medida, pero incluso sin mayor convicción ni lucha pública porque esto fuera así. No hubo ni un solo docente que se la jugara en este sentido, incluso Miguel Ángel Hernández (de la USI, Unidad Socialista de Izquierda), aún cuando mostraba acuerdo con nuestra posición, terminó justificando al resto en nombre de la comprensión de que “sin movilización y presión estudiantil los profesores no se van a ir a paro”, sin dar junto a nosotros esa pelea.

El posicionamiento de los grupos y tendencias estudiantiles

No deja de ser lamentable también que ninguno de los demás grupos o tendencias estudiantiles organizadas planteara esta perspectiva. En el caso específico de los compañeros de la JCV, con quienes más logramos avanzar juntos en el transcurso de la lucha, se opusieron a la idea de una paralización de actividades con argumentos como el temor a que se nos acusara de “violar el derecho a la educación”, aduciendo que era parte de lo argumentado por ellos contra el paro patronal de 2002-03. Es evidente que se trataba entonces, y hoy, de un argumento completamente equivocado, no revolucionario, sino del orden, que como lo hemos venido diciendo no hace más que ayudar a cimentar en la conciencia colectiva la idea burguesa de los “derechos ciudadanos” por encima de las luchas obreras, populares y estudiantiles.

Por otra parte, los compañeros que se organizan como “Alteridad”, que rechazan la participación en las elecciones estudiantiles, tomaron esto como punto de partida para distanciarse casi por completo del proceso de lucha por hacer respetar el referéndum, y terminar responsabilizando a quienes nos mantuvimos al frente, por el estado de debilidad actual. Que no se debía movilizar para exigir al Consejo de Escuela un pronunciamiento oficial, porque se estaría así, al igual que al participar en las elecciones estudiantiles, reconociendo el poder constituido, frente a lo que proponían un abstracto “desconocimiento” de la estructura de poder vigente, que llevaba a un paralelismo ingenuo sin ninguna posibilidad de hacer surgir un poder real en la escuela: si no había fuerza para grandes movilizaciones que le impusieran al Consejo el respeto al referéndum, ¿con qué fuerza se supone que se abriría paso un “contrapoder” que hiciera realidad lo votado el 22 de octubre? Sin una fuerte movilización que torciera el brazo a las autoridades, intentar contraponer un supuesto radicalismo de desconocimiento del Consejo, no pasa de alegorías que no tocan ni un solo pelo al poder constituido. Más aún resulta casi cómico que tal acusación de “reconocimiento y apego al orden constituido” venga de compañeros que apoyan al gobierno nacional, ergo, convalidan la crema y nata del poder constituido burgués.

También hubo que lidiar con el triste papel jugado por el M-28, que mantuvo una actitud sectaria durante casi todo el conflicto, con la excusa de que se estaría tratando, por el contenido, de un movimiento profesoral, pero llegando por otro lado al descaro de decir que se los estaba “vetando”, al tiempo que intentaban establecer un criterio oportunista para la participación en las elecciones estudiantiles, que nada tenía que ver con el espíritu del movimiento en curso: los principios por un lado y el pragmatismo electoral por el otro. La verdad es que el movimiento siempre discurrió por reuniones abiertas, además de las asambleas y Consejos, los compañeros sencillamente no le metieron el pecho porque denigran de la lucha democrática de tendencias, no conciben la lucha por la hegemonía política de cara a la vanguardia y los/as activistas, pues su método predilecto parece ser el de los acuerdos burocráticos entre grupos que les garanticen “su parte” en la movida. Toda esta actitud les valió quedar completamente marginados a la hora de darse la discusión de la plancha y el programa para las elecciones de Centro y Consejeros.

Balance y reorganización para continuar la pelea

Los últimos años del movimiento estudiantil en la universidad estuvieron signados por un fuerte retroceso, combinado por la derrota de la toma del Consejo Universitario de marzo de 2001 y la gran polarización nacional que decantó una mayoría estudiantil de derecha. Por eso, desde donde se viene, lo logrado en Sociología es un importante avance, que aunque circunscrito a una escuela, marca la aparición de un movimiento estudiantil democrático, combativo y de izquierda, que no solo se enfrenta a la derecha universitaria, si no que tampoco se supedita a los dictámenes del gobierno, condición para llevar hasta el final la lucha democrática radical en la universidad.

Sin embargo, es evidente que se ha sufrido un revés al no lograr consolidar el triunfo del referéndum, posibilidad cerrada por la negativa a avanzar en un paro docente –que además hubiese aligerado la presión académica sobre los estudiantes–. Creemos que es ya hora de hacer balance, de ubicar con claridad cómo han cristalizado en el camino las diferencias de estrategias, de posiciones sobre cómo llevar adelante esta lucha democrática, para poder diferenciar entre la unidad lograda, los matices que al final hacen la gran diferencia a la hora de definir las luchas.

Los compañeros de Contracorriente, que hemos dado el todo en esta lucha con nuestras modestas fuerzas, llamamos a los compañeros y compañeras con quienes hemos coincidido en el camino, ha hacer también su balance y sacar las conclusiones necesarias, tanto políticas como organizativas, de cara a la continuación de esta lucha y las por venir, ya no solo en el terreno democrático, sino en el de la pelea por una universidad al servicio de las luchas e intereses de la clase obrera





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